Crónica de la Cuaresma y la Semana Santa (II)

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Semana Santa
La Virgen de las Angustias no pudo procesionar a causa de la lluvia que caía el Viernes de Dolores.

Bellísima y eminentemente popular fue la salida de la Agrupación Parroquial de las Tres Caídas

Sabíamos que con la apretura del espacio nos olvidábamos algunos puntos en nuestra crónica de Semana Santa de la semana pasada. Y lo primero, era hacer alusión a la presentación del pregón de Rafael López Márquez que estuvo a cargo de su cuñado Álvaro Cueli Caro. Y de nuevo, nos encontramos con una obra literaria de quilates. Es lógico, se trata de un escritor –novelista y ensayista- y no precisamente de los malos. Es una pieza corta –no es el pregón- pero con enjundia. En ella, el presentador, suavemente, nos va mostrando todas las facetas de la vida de Fae: ese monaguillo de Santa María Magdalena que por obra y gracia de José López González ‘El Quito’ y de otros muchos como su vecino Antonio Claraco Roig –ese gran cofrade y cristiano que fue, llegaría a ser oficial de la Sacramental, ese comentarista avezado e importante de Fernán Caballero y de Joaquín Romero Murube, ese creador de ‘La Plazoleta de Valme’ que tantos libros ha regalado a Dos Hermanas, ese nazareno de la Oración en el Huerto, ese niño de las Morerillas que llega a pregonero… Y todo ello lo hace Álvaro sin empalago, sin adulación hacía su cuñado, con una innegable calidad literaria. Para mí, que la presentación no es una pieza aparte del pregón sino una continuación de éste. Como si ambos escritores se hubiesen puesto de acuerdo para hacer una pieza única engarzando dos distintas.

Por otro lado, hablé de los traslados de la Virgen del Carmen del Ave María y San Luis a San Sebastián y viceversa y no hable de la frustrada procesión de la Señora. En efecto, el sábado víspera del Domingo de Pasión la Virgen del Carmen, titular de la Agrupación del Prendimiento, no pudo salir procesionalmente a causa de la lluvia. Sólo diré que la Virgen se mostraba en el paso de la Cruz del Prendimiento, al pie de la Cruz y con la candelería delante. Vestía de reina pero no con los colores carmelitanos pues la saya era blanca y el manto tampoco era marrón carmelitano. Se adornaba el paso muy bellamente con claveles rosas en bolas que formaban un hermoso conjunto. Precisamente, este año, tan significativo para la Parroquia del Ave María y San Luis por ser año misional, no pudo procesionar esta bella efigie, que responde a un concepto del Arte que pretende reflejar el más puro realismo aunque la imagen parezca muy moderna y actual.

Por otro lado, ya adentrada la semana de Pasión, el martes 20, fue el traslado a su paso de Jesús de la Presentación, arropado por sus numerosos hermanos. La imagen se encontraba en la Parroquia de Nuestra Señora de la Oliva, desde donde vino a su capilla. Y muy solemne y sobrecogedor para todo el que lo vio fue el traslado el jueves 22 de Jesús Yacente a su paso. Tras una meditación dicha por Miguel Sánchez Terrero, se trasladó el Señor en unas andas entre cirios –imagen de por si impresionante- seguido del clero de Santa María Magdalena –don Manuel Sánchez de Heredia y don Rafael Gutiérrez Fernández- y del párroco de San Lucas Evangelista de Sevilla don Miguel Vázquez Lombo, preclaro hermano de la cofradía. Cantó Francisco Javier Mena Hervás y tocó el órgano Francisco Javier Segura Márquez, ambos pregoneros el primero de nuestra Semana Santa y del Valme y el segundo de las Glorias y de Semana Santa de Sevilla y de numerosísimos pregones de otros lugares.

Y llegó el Viernes de Dolores. Este año iba a ser el primero que salía en este día la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, original e impactante obra –por su dolor y desgarro- del imaginero Manuel Téllez Berraquero. La Virgen iba a procesionar desde un local en la calle La Habana del popular barrio de Julio Carrasco. La lluvia lo impidió. La imagen vestía con un tocado dorado que la favorecía mucho, rodeado por un encaje del mismo color y se tocaba con diadema. Tanto el manto como la saya eran negros. Las flores eran moradas viéndose rosas, siemprevivas y otras flores. La Señora se colocaba al pie de la Santa Cruz con las sábanas. Ya sabemos que la Cruz se encuentra en el origen de la agrupación parroquial. Pero, ya digo, los pronósticos eran inciertos y la imagen no procesionó. Al día siguiente por la mañana fue trasladada en unas sencillas andas a la Parroquia de Nuestra Señora del Amparo y San Fernando, donde recibe habitualmente culto.

Ese mismo día, antesala de la Semana Santa, se celebró el besamanos de Nuestra Madre y Señora de los Dolores de la Oración en el Huerto. La Virgen, bellamente vestida con tocado de encajes, mucho más recogida que en tiempos pretéritos, se encontraba rodeada de jarras de claveles blancos troncocónicas y al fondo se veían la imagen de Jesús Orando y el Ángel. El acto acabó con la habitual evocación de los Dolores de María que hizo esta vez el conocido cofrade manchonero Saturnino Cintas Navarro, que habló bellamente de los Dolores de María Santísima Nuestra Señora.

El mismo Viernes de Dolores, tuvo lugar uno de los actos más señeros y tradicionales de la Cuaresma nazarena como es el vía-crucis del Santo Cristo de la Vera-Cruz y su traslado al paso. La imagen que se encontraba tendida recibió el beso de sus devotos, luego se celebró la misa con el juramento de nuevos hermanos oficiada por el párroco del Divino Salvador don Francisco de Asís Bustamante Sáiz y, por último, aprovechando un claro en la tempestuosa noche, recorrió el Cristo las silentes calles del barrio de San Sebastián para luego ser colocado en el paso. Acompañaba música de capilla y al final del acto tocó el armonio el ya citado Francisco Javier Segura Márquez, cantando el Miserere y el Stabat Mater Pedro Nolasco Alcántara Madroñal. Presidía el jovencísimo y ya gran cofrade vicario de San Bartolomé de Sevilla y sacerdote de la Obra de la Iglesia don Miguel Silvestre Bengoa. Por cierto, que por despiste nuestro la música de capilla fue detrás de los ciriales cuando de todos es sabido que debe ir detrás. Como ven, no tapó ni los defectos de mi queridísima hermandad. Hay que ser ecuánime y rectos, a mi entender, en todo momento y lugar.

Ese mismo día, se celebran dos desconocidos vía-crucis en la ciudad. Por una parte, sale desde la Parroquia de Nuestra Señora de Valme y Beato Marcelo Spínola de La Motilla el bellísimo crucificado de la Entrega, obra insigne del imaginero Francisco Berlanga de Ávila. La imagen de arriesgada postura –se retuerce literalmente en la cruz- y gran unción sagrada no pudo salir a la calle por el agua. Si lo hizo, en cambio, el Cristo de la Esperanza, crucificado de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles y San José de Calasanz de Montequinto, bella obra del imaginero Juan Antonio González García ‘Ventura’, también de gran unción sagrada, que es titular de la Asociación Parroquial del Santísimo Cristo de la Esperanza y Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Montequinto. Se trata de una obra de peculiar estilo muy expresiva y devota, obra del tiempo del Cristo del Abandono, Jesús Abandonado, que el difunto y recordado don Valeriano Carrero Carmona encargó para la Parroquia de Santa María Magdalena. En fin, quede constancia de estos dos desconocidos vía-crucis por los que se encauza la piedad de los nazarenos de estos dos alejados barrios del centro.

Y llegó el Sábado de Pasión, el buen tiempo y con él las dos primeras procesiones. A las cinco de la tarde salió desde la Parroquia de Nuestra Señora de la Oliva con dirección a la de San José la Agrupación Parroquial de las Tres Caídas. Mucho puedo destacar de esta singular procesión. Primeramente que llevaba dos bandas, abriendo la infantil que lleva su nombre y cerrando la de adultos. Era de ver la espontaneidad y gracia de los pequeños músicos. En segundo lugar, que la Agrupación Sacramental del Dulce Nombre, sacramental de la Parroquia de Nuestra Señora de la Oliva la despidió en la puerta con nutrida representación. La salida fue muy bonita con un bello, breve y ordenado cortejo. Llevaba también una bella y elegante nueva cruz de guía. El estandarte morado bordado es también muy hermoso y, sobre todo, fino. También me gustó mucho la cruz parroquial, muy moderna pero muy bella y que no desentonaba en absoluto del conjunto. El Cristo se veía sobre el paso del Cristo de las Aguas y la Virgen del Mayor Dolor de Sevilla que, tras verlo muchos años en la cofradía sevillana del Lunes Santo, me he acostumbrado a verlo en mi pueblo. Resultaba muy bello y entonado. Se adornaba el paso con clavel rojo llevando delante una rosa blanca. El Señor, tan impresionante, obra del imaginero palmerino Francisco Joaquín Moreno Daza, vestía túnica morada y la Virgen de la Paz se tocaba con una mantilla, saya blanca, corona de plata y manto negro. Es obra del mismo imaginero e iba bellísima y más tras la restauración a la que la sometió la gran imaginera Lourdes Hernández Peña, una de las más destacadas voces del panorama de la escultura religiosa actual de la escuela sevillana. Muy bonita también era la imagen del Cirineo obra de la misma escultora. Como detalle a destacar la gorguera de encaje del pertiguero que nos remitía a la época de los Bajos Austrias.

En fin, a mi me gustó mucho de la procesión la salida con ese ambiente eminentemente popular, de barrio, tan de mi pueblo, de ese popolino de Dos Hermanas que esperaba la salida de su primera cofradía que si el tiempo y la autoridad eclesiástica no lo impide será nuestra nueva cofradía del Miércoles Santo.

Y quiero hacer una salvedad. Yo las cofradías nazarenas las veo en la calle una o dos veces, no más. Me voy a Sevilla o a otras poblaciones. Pero que a nadie le quepa duda de que las veo fijándome en todos los detalles, con ese cariño que pongo para las cosas de mi idolatrado pueblo. Cualquiera puede hacer una mejor crónica que yo, las vive más pero que no quepa duda de que yo me paró en todo y pretendo hacer con estas sencillas crónicas un retablo de todo lo que pasa en la Semana Santa nazarena. Y con esto creo que todo está dicho.

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