Pensión Adela echa el cierre tras 31 años alojando a miles de viajeros

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Pensión Adela
Tarjeta de “Hostal Adela, Gran confort”, en calle Nuestra Señora de Valme 45.

1987

Adela Cueli regentó con gran personalidad este hostal que ofreció cobijo y comida a trabajadores de paso

Abrió sus puertas en 1956 y ha cerrado en 1987. En estos 31 años, Pensión Adela ha sido casi una institución en Dos Hermanas. Tanto es así, que se ha colado en las expresiones de algunos nazarenos. Al niño que no se come lo que sus padres le ponen en el plato, hay quien le dice: “¿Tú te crees que esto es Pensión Adela?”, en alusión a las suculentas comidas que se ofrecían a los huéspedes que allí se alojaban.
La pensión era Adela y Adela era la pensión. Por eso, con su muerte (acaecida el 16 de julio de 1986, día de la Virgen del Carmen, por la que tanta devoción sentía), el establecimiento (ya ha ascendido a la categoría de hostal) no ha sobrevivido. Su familia lo ha seguido regentando unos meses hasta que ha cerrado sus puertas.

Pensión Adela
Retratos de Adela en su juventud y en sus últimos años.

Una pulmonía lo cambió todo

Adelaida del Sagrado Corazón de Jesús Cueli Rivero nació en Dos Hermanas el 27 de enero de 1908. Su vida no era muy distinta a la de cualquier otra nazarena hasta que una inoportuna pulmonía se llevó a su marido en 1945, cambiándolo todo. Estudió en La Sagrada Familia, donde aprendió a bordar, y lo que ganaba haciendo arreglos y deshuesando en el almacén de Armando Soto se sumaba al salario de panadero de su esposo para ir tirando. Pero al fallecer este, lejos de arrugarse, Adela le echó arrojo a la vida. Con ahorros compró una casa en la calle Real, donde alojó a los operarios que aquel año montaban el Santiago. Los mismos se quedaron para el desmontaje. Con lo que ganaba y algún que otro préstamo, Adela tiró muros, ideó más habitaciones, compró camas, construyó otra planta… Y así nació la pensión. Corría 1956.

Pensión Adela
Adela (de negro) asomada a la terraza junto a Dolores, una huésped.

Dicen, los que la conocieron, que ni las moscas paraban al lado de ella. A su constante actividad (se levantaba a abrir incluso de madrugada si hacía falta) y  su carácter hospitalario, para entender su éxito habría que sumar otros dos factores: la estratégica situación del negocio (los viajeros que salían de la estación ya divisaban desde El Arenal el letrero en caracteres rojos de “Hostal Adela”) y  las exquisitas comidas que ella misma cocinaba. Cuentan que los huéspedes extranjeros se chupaban los dedos con sus cocidos y pucheros, y que, cuando hacía pisto, el mismo Navas, el fotógrafo del otro lado de la calle, se acercaba para que le echara un platito.

Los huéspedes extranjeros se chupaban los dedos con sus pucheros, y Navas, el fotógrafo, venía a por un plato cuando cocinaba pisto

Adela era infatigable, familiar, simpática, servicial, generosa (prestaba a las niñas más humildes del pueblo el traje de su hija para que se lo pusieran en la Primera Comunión) y religiosa. Junto a la estampa de la Virgen del Carmen colocaba unas “mariposas” que encendía con devoción, rezando para que no le faltaran huéspedes. Y sus oraciones se cumplían. Las 14 habitaciones y 25 camas estaban casi siempre al completo.

Balcón de la pensión adornado para el Corpus. Se observa, abajo a la derecha, junto a la puerta, la “H” blanca sobre fondo azul, distintivo con que la Consejería de Fomento y Turismo la identificaba como Hostal. Estos fueron sus últimos precios: 500 pesetas la habitación sencilla y 900 la doble en temporada baja. En temporada alta (Semana Santa, Feria de Abril y fiestas locales) 700 pesetas la sencilla y 1.400 la doble.

En donde no se implicó demasiado la Virgen con Adela Cueli fue en la suerte. “La Morena”, la lotera que solía entrar a vender décimos, trajo un día con ella el premio gordo y repartió 8 millones de pesetas entre las personas alojadas en la pensión. ¡Pero a Adela le vendió otro número!

Su clientela siempre fue fiel y heterogénea: maestros de tránsito en el pueblo, funcionarios del Ayuntamiento,  comerciantes de paso, trabajadores temporales, instaladores de las fábricas (la de latas, la de cristales…), turistas que hacían parada entre Cádiz y Sevilla e incluso artistas de los circos que por aquí paraban. Una rebajita en las tarifas permitían a su hija, Luisita, entrar “de balde” en las funciones.

Se nos fue una mujer excepcional. Ojalá algún día sus hijos y nietos puedan volver a abrir las puertas de este pedazo de la historia de Dos Hermanas.

Se quedó viuda con 37 años

Pensión AdelaEl 24 de febrero de 1945 una pulmonía acabó con la vida de Juan Miguel Rivas Doval. Tenía solo 42 años. Apenas unos meses después llegó la penicilina (eso sí: de estraperlo), que le hubiera podido salvar la vida. El esposo de Adela era panadero. Trabajaba de maestro de palas en la panadería de Morán. También era músico; tocaba el bajo en la banda de Dos Hermanas. Su muerte dio un giro a la existencia de Adela, con quien había contraído matrimonio el 31 de enero de 1934. La joven viuda tuvo que reinventarse para salir adelante con su única hija, Luisa, nacida en 1935. En la foto, el matrimonio y su hija en 1938.

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