“A los guardias civiles no nos gusta que nos protesten cuando ponemos una multa”

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José García Oliva

José García Oliva patrulló las carreteras de Dos Hermanas en los años 80. Nos cuenta anécdotas y tragedias que vivió como agente, entre ellas la muerte de su propio hijo

En su DNI reza que tiene 82 años y se llama José García Oliva. En el asfalto y en el cuartel del Palmarillo era “el agente Oliva”. Se jubiló hace 28 años, pero recuerda como si fuera ayer las miles de anécdotas que vivió con su tricornio y su uniforme de la Guardia Civil, patrullando por las carreteras de Dos Hermanas.

Vamos a romper el hielo, Oliva. ¿Eras de los que ponías muchas multas? 

Hombre, he puesto muchas multas, tres o cuatro al día para cumplir. Un día llegó el jefe del destacamento y observó los mapas con los accidentes. Y me dijo: “Oliva, ¿qué te ha pasado este mes? En la carretera vieja ha habido 10 accidentes y se pusieron 50 multas, y el año anterior se registraron menos accidentes y se pusieron más multas. ¡A menos multas, más accidentes!”. Al día siguiente salí poniendo más multas que nunca.

¿Cuál es la función de un guardia civil de tráfico?

Atender los accidentes y sancionar con multas las infracciones.

¿Cuál era tu área de vigilancia?

Yo formaba parte desde 1981 de los 20 agentes de la comandancia de Dos Hermanas. Diez nos dedicábamos al Tráfico y había otros diez de la Comandancia Rural. Con la moto teníamos que abarcar desde el campo del Betis hasta el Puente de las Pájaras, en el enlace con la carretera del Palmar de Troya.

¿Te han llorado mucho los conductores para que no los multaras?

Al principio, cuando paraba a alguien me daba explicaciones y yo lo dejaba ir. Hasta que un día mi compañero me dijo: “¿Tú por qué no te has metido a cura? ¡Te llevas todo el día perdonando!”. Así que cuando pedía la documentación me retiraba a la moto para no escuchar excusas y no ablandarme.

A los guardias civiles no os gusta que os protesten, ¿verdad?

A un guardia civil no se le puede echar cojones. Si has hecho algo mal, hay que darle la razón y no ponerse gallito. Recuerdo una vez en El Ronquillo a un Mercedes que adelantó a una caravana de coches en línea continua. Lo paré y el hombre reconoció la infracción y le multé con lo mínimo: 50 euros. Al rato, un Seat 850 adelantó sin visibilidad en un cambio de rasante. Para matarse lo que hizo. Y el conductor empezó a relatar. “¡Estais aquí al acecho solo para coger a los desgraciados como yo!”, decía. Ese se llevó la multa más gorda que el del Mercedes. 

¿Has multado a gente famosa?

Una vez paré a Chiquetete y cuando me quité el casco me dijo: “¡Coño, si es el antenista!” Y es que yo una época en mis horas libres colocaba antenas. Otra vez, en 1986, un Golf leñero cometió una infracción y dije: “Este no se me escapa”. Lo paro y con la multa ya escrita veo que es José Manuel Soto. El hombre se lo tomó a bien y después de multarlo sacó un disco y me lo firmó. Mira, aquí esta el disco “Desde mi orilla”. Y la dedicatoria: “En recuerdo de la multa en el cruce de Dos Hermanas, 13 de agosto de 1986”.

¿Me cuentas lo de Tejero?

Un día de principios de 1981 asistimos a un coche averiado en Las Pajanosas. Era Tejero. Nos sonaba su cara porque había participado en la fallida Operación Galaxia. Iba con su hija hacia Huelva en un Morris, y tuvo que dejarlo en un taller de Camas. Y pocos días después dio el golpe de Estado del 23F. Me llamó el del taller, Teófilo, que cuándo iban a recoger el coche. Y le dije: “¡Pues ahí se va a quedar!”. 

¿Salir al asfalto es jugarse la vida cada día?

Y que lo digas. Yo me he dejado dos trozos de carne en la carretera. Una vez  un Land Rover se llevó la moto por delante y me partí un pie. Y en un rally nocturno hubo un accidente y monté detrás al de la Cruz Roja. En una curva se inclinó para el lado contrario, nos caímos y me rompí la clavícula.

¿Has tenido que sacar tu arma alguna vez?

Claro. Y dispararla. Un día oí por la emisora que venían siguiendo a un coche que había cometido un atraco en Chucena. Era peligroso porque iba armado. Tuve la intuición de que el atracador iba para La Algaba y para allí nos fuimos y efectivamente nos lo encontramos de frente. Me bajé de la moto, le dije que soltara el arma, pero no lo hacía. Realicé dos tiros y cuando lo detuvimos resultó que la escopeta que llevaba era de juguete. El caso era curioso: era un abogado que se había ido a Venezuela. De vez en cuando venía, realizaba varios atracos, cogía un avión y desde Venezuela le mandaba a la madre mediante giros parte del dinero que había robado. 

¿Qué es lo peor y lo mejor de haber sido guardia civil? 

Lo peor es la noche, que es traicionera. Detienes un vehículo y no sabes quién hay dentro. Tú no los ves a ellos pero ellos a ti sí. Y lo mejor han sido dos cosas: todos los amigos que hice (porque al que le ponía una multa era un amigo para toda la vida) y todos los servicios de auxilio que realicé. De eso me siento muy orgulloso.   

¿Recuerdas alguno?

En 1989 salió ardiendo el arcén en la autopista de Huelva y se formó una gran humareda. Al momento se escuchó un gran porrazo y gritos. Había un coche accidentado en medio de la carretera y los que venían detrás no lo iban a ver por el humo. Me metí en sentido contrario con la moto entre la humareda y pude parar a los camiones que venían de frente a toda velocidad. Hubiera sido un gran desastre. 

¿Alguna anécdota divertida?

¡Miles! Ahí va una. En un control de alcoholemia el conductor dio positivo y le pregunto: “¿Usted ha bebido alcohol?”. Y me contesta: “Alcohol no bebemos ninguno,. Este ha bebido Tío Pepe y este manzanilla, pero alcohol ninguno”. Me hizo gracia. Estaban tan cerca de casa que los dejé ir.

¿Qué ocurrió en 1989 que cambió tu vida para siempre?

Escuché por la emisora que un camión había quedado empotrado entre otros dos en un accidente en El Ronquillo. Mi hijo José Manuel, de 22 años, tenía que venir ese día de Almendralejo con un camión, y cuando fui pidiendo detalles resulta que el camión era el suyo. Su cuerpo estaba carbonizado. Desde aquel fatídico día me retiraba de todos los accidentes y llegaba a casa traumatizado. En 1991 me pasé a guardia rural y en 1995 me jubilé.

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