Casa Antonio: lista de espera de un mes y medio para comerse un huevo de avestruz

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Casa Antonio
Antonio Ponce muestra cinco huevos cuyo peso es de un kilo y medio por unidad.

La barriada de Las Ganchozas esconde este rincón gastronómico donde también se sirven huevos de oca y carne de bisonte, canguro, camello y cebra

Posiblemente sea el bar más escondido que haya en Dos Hermanas. Ni está en una calle de paso ni Las Ganchozas (el barrio en el que su ubica) es un lugar que la gente frecuente para hacer compras o pasear. Por eso, el mérito de Casa Antonio es doble: porque el que entra por la puerta viene a propósito. “Hay muchos bares en Dos Hermanas que ponen pechugas a la plancha y tapas de ensaladilla, pero nuestro bar tiene un valor añadido que hace que el teléfono no deje de sonar para reservar mesa”, señala su dueño,  Antonio Ponce Cebador, un nazareno “nativo”, (“nací en un corral de vecinos de la calle Reposo”) que en esto de la hostelería empezó con 16 años descargando palés de mayonesa en el Salón La Coriana. En 1999 adecentó una vieja cochera junto a su casa, la convirtió en “Casa Antonio” y, con su esposa, Carmen Parrales, a los fogones, se convirtió en un lugar muy agradable para degustar comidas caseras. Hasta que a Antonio se le cruzaron por la vida tres avestruces. 

Pepe, Cloti y Mari

Si le preguntamos a Google “Dónde comer huevos de avestruz en Sevilla”, aparece Casa Antonio como primera opción. “Se me ocurrió hace unos 15 años. Un amigo mío tiene en su parcela tres avestruces: un macho, de nombre Pepe, y dos hembras, que se llaman Cloti y Mari y tienen 16 y 20 años. Cuantos más años cumplen, mejores son los huevos. Cada una de ellas pone uno cada dos o tres días, en total unos 75 o 80 al año”, explica Antonio. “No pueden poner más huevos porque son enormes, pesan un kilo y medio, y al ponerlo se provocan una fisura anal que tarda en cicatrizar uno o dos días”.  Y añade: “Afortunadamente son muy mansas, porque a algunas avestruces es peligroso quitarles el huevo, te pueden matar con el espolón que tienen en las pezuñas”. Las hembras están separadas del macho por una alambrada “para que no las engalle”, es decir: hay que evitar la cópula porque entonces no tendríamos un huevo sino un embrión de avestruz. 

Antonio costea el pienso y la alfalfa con la que se alimentan estas aves a cambio de la exclusividad de sus huevos. O sea: que Cloti y Mari le proveen de unos 160 huevos al año. “Son pocos para la demanda que tienen”, asegura. “Ahora mismo tengo una lista de espera de mes y medio. A la gente no le importa esperar unas semanas con tal de asegurarse su huevo de avestruz para disfrutarlo en familia. Aquí vienen pidiendo el huevo muchos futbolistas del Betis e incluso algún cantante de primer nivel que no puedo nombrar”.

Como este periodista no ha tenido el gusto de saborearlo, la siguiente pregunta es obvia: “¿A qué sabe? ¿Por qué le gusta tanto a la gente?” Antonio afirma que es un sabor muy especial, más sabroso que el de gallina, y que les encanta especialmente a los niños. “Un huevo de avestruz equivale a un cartón de huevos de gallina. La yema mide 12 centímetros, pero posee la gran cualidad de que es muy bajo en colesterol”.

Se parte con un martillo

El plato de huevo de avestruz se sirve sobre una base de jamón de pata negra, chorizo y patatas fritas, como se aprecia en la foto. “Ahí moja pan la familia entera”, dice Antonio. Para su perfecta fritura, el huevo debe descascarillarse desde la parte inferior “con un martillito, como el que usan los médicos para medir los reflejos de la rodilla. Después hay que dejarlo reposar en un táper, y freirlo en aceite no muy caliente durante 15 o 20 minutos”.

A pesar de que las especialidades de Casa Antonio son las berenjenas gratinadas, el crocante de solomillo con queso de cabra, el arroz con bogavante o la carne con tomate, el huevo de avestruz es sin duda el plato que los distingue. Antonio me muestra los dos que tiene ya reservados para el fin de semana, y a su lado una bandeja con otros huevos de menor tamaño. “Estos son de oca. También me lo piden mucho. Me traen unos 25 cada semana”. Para completar las curiosidades exóticas de este bar con capacidad para 70 personas, Antonio me cuenta que también sirve carne de bisonte, cebra, canguro y camello. “Tienen certificado de origen. Me las traen de Madrid. Basta con avisar antes y al día siguiente están aquí”.

Antes de marcharme, Antonio me muestra otro de los atractivos de su restaurante: su colección de gorras oficiales de policías, militares, bomberos y bandas de música, colgadas a modo de decoración. Porque aquí se viene a disfrutar con todos los sentidos: las avestruces ponen el sabor y la vista se alegra con una cuidada decoración. 

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