La visita de la alemana Frau Horn al almacén de aceitunas de Lissén

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Lissén

1960

Luminosa mañana en Dos Hermanas. Estamos en 1960. La luz entra a raudales por los amplios ventanales de las naves del almacén de Lissén

En la sección de deshuese, Rosarito es la primera que ve entrar al encargado con los gorritos blancos. “Niña, ¿otra vez pasa Franco por la carretera?”, le pregunta a Isabel. La otra niega con la cabeza: “No, hoy no tenemos que salir a la puerta a saludar al Generalísimo. Hoy tenemos que estar monas para unos extranjeros que vienen”.

Mientras las obreras, algo revoltosas, se colocan gorro y delantal blancos, dos coches negros han parado a repostar en la Venta de Las Palmas. Uno de los chóferes les indica a los recién llegados dónde está la “olivenfabrik”, y salvan la distancia hasta su puerta caminando. “1878. Almacén de Aceitunas José Lissén”, se lee en el arco de la fachada.

LissénVarias mujeres, sentadas a la sombra, al amparo del muro de la fachada, miran con curiosidad a los trajeados visitantes, entre ellos una mujer con sombrero y vestido estampado de flores. Ella es Frau Horn. Si alguien supiera alemán, sabría que Frau Horn significa “Señora Cuerno” y que su marido, un señor calvo con gafas, es el “Señor Cuerno”, pero a quién le interesan los apellidos de los visitantes. Lo que realmente importa es causar una buena impresión a los invitados. El propio Antonio Lissén ha salido a recibirlos y los pasea por las distintas naves de los almacenes. Los guiris saludan, uno de ellos toma fotos. Cuando Frau Horn ha pasado por detrás de Isabel y Rosarito, ha señalado la máquina deshuesadora y ha pronunciado una frase en alemán. Rosarito, con mucha guasa, le ha dicho, como si la hubiera entendido: “Sí, sí, pero como se la coma así cruda le va a dar un buen retortijón”. Las demás ríen, y Frau Horn, que no ha comprendido nada, también sonríe. Rosarito e Isabel han sido unas de las elegidas para acompañarles al patio, donde los alemanes recorren las calles de bocoyes y el maestro cocedor les muestra el proceso de la salmuera. 

LissénA los visitantes les ha agradado la visita. Rosarito lo sabe porque no paran de sonreír y de hacer fotos a cada rincón. Antes de partir, la señora alemana se le ha acercado y le ha entregado una pequeña cajita de cartón. “Ein Geschenk”, le dice. “Un regalo”. Y Frau Horn y sus amigos, tras despedirse del señor Lissén y los encargados del almacén, se han subido a los coches cargados de latas de gordales (obsequio de la casa) y han continuado la ruta. Los esperan en las Bodegas Terry de Jerez. 

Las obreras han vuelto a su trabajo. Unas escogen, otras deshuesan, otras rellenan. Rosarito no ha podido reprimir su curiosidad y ha abierto la cajita que le ha dado la dama. Dentro hay un llavero plateado, con el relieve de un oso negro alzado sobre sus patas traseras. Y abajo, la leyenda: “Grunewald-Berlín”. Rosarito sonríe, lo guarda en su bolsillo y, mientras agarra y tira cientos de veces de la manivela de la máquina de deshuese, su mente vuela hacia sus mundos soñados y se pregunta si todas las mujeres de Berlín llevarán sombrero y vestido de flores, como Frau Horn.

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