Anastasia: la rusa que va al Valme de flamenca y compra en la plaza de abastos

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Anastasia
Anastasia Sedykh nació en 1983 en Akdam, en la actual Azerbayán. En la foto posa en los jardines de la discoteca Mare, uno de los lugares de Dos Hermanas donde trabajó antes de estudiar Derecho.

Sufrió malos tratos de su padrastro. Al llegar a España en 1998 trabajó de camarera y limpiando pisos. Estudió Derecho y hoy dirige una gestoría 

De los 40 años que va a cumplir, Anastasia Sedykh ha pasado 20 en Dos Hermanas. Es una rusa nazarena, o una nazarena rusa. Vive plenamente integrada en nuestra ciudad: compra en la Plaza de Abastos, le gustan los huevos a la flamenca y el potaje de garbanzos, le encanta la Semana Santa, baila sevillanas, va a la feria y al Valme vestida de flamenca e incluso ha sido voluntaria en Protección Civil. Su vida, digna de una película, es un ejemplo de integración y superación. 

¿Cuando llegaste a Dos Hermanas?

En 2003. Desde 1999 vivíamos de alquiler en Bellavista, pero a mi madre le encantaba Dos Hermanas y conseguimos comprar una casa en la Venta Manolín. Éramos cinco: mi madre, yo con mis tres hermanos… ¡y un gato! 

El 28 de junio de 1998, hace justo 25 años y teniendo tú 14, aterrizasteis en Barcelona. ¿Por qué elegisteis España para vivir?

Mi padre era un militar cosaco, destinado en la antigua Alemania del Este. Mi madre, al ver cómo se vivía en Europa, tuvo claro que algún día tendría que emigrar de la URSS para una vida mejor. Cuando por fin en 1998 fue a comprar los billetes de avión, pensaba en Alemania como destino. Pero en la agencia de viajes le recomendaron que, para no levantar sospechas, viajara mejor a España. Así pareceríamos más una familia que se va de vacaciones.

¿Qué pasó en el aeropuerto? 

 Fue una situación muy tensa. Mi madre pidió asilo político. Nos metieron a todos en un cuarto, nos querían deportar. Finalmente se hizo cargo de nosotros Cruz Roja. ¡El sueño de mi madre se había hecho realidad! De día hacíamos pulseras y colgantes y por las noches los vendíamos en La Rambla. Hacíamos colas en los albergues por un bocadillo y una fruta. Al finalizar octubre, Cruz Roja nos dijo que no podíamos seguir en aquel hostal, pero que podrían recibirnos en el Centro de Acogida de Refugiados de Sevilla Este. Y en noviembre de 1998 llegamos a Sevilla. 

Siempre hablas de tu madre y tus hermanos. ¿Y tu padre?

Mis padres se separaron cuando yo tenía 5 años. Mi madre se casó de nuevo y eso supuso el final de mi infancia.

¿Por qué dices eso?

Porque nuestro padrastro era un hombre muy violento. Bebía mucho y nos pegaba prácticamente todos los días y sin motivo. Bastaba con que se despertara de mal humor o que no le hubieran ido bien las cosas ese día. Éramos su desahogo. Nos pegaba con su cinturón militar con hebilla de hierro y el látigo de piel de caballo. Muchas noches las pasábamos de rodillas con los brazos levantados junto a la cama. Con siete años yo miraba al cielo y me preguntaba por el sentido de mi vida.

Volvamos a tus 15 años, cuando llegas a Sevilla. ¿Tuviste que trabajar para subsistir?

Claro, empecé a ayudar a mi madre yendo a limpiar los pisos con ella. A los 17 años empecé a trabajar como camarera, también de canguro. La gracia de la vida quiso que para llegar a esos trabajos tenía que pasar a diario por las majestuosas puertas de la Universidad de Sevilla, en la calle San Fernando. Soñaba con tener la oportunidad de estudiar ahí algún día y hablar de forma correcta y culta en castellano.

Y tu sueño se hizo realidad. Doy fe de que hablas un correctísimo andaluz. Pero, ¿cómo te convertiste en universitaria?

Un día de 2006 me llamó la mujer de la casa donde limpiaba y me dijo que me quería hacer una entrevista para recepcionista en la promotora de viviendas de su padre, y entré allí a trabajar. Pero en julio de 2008, con la crisis inmobiliaria, me quedé sin trabajo y empecé a estudiar. Por las tardes me sacaba el Graduado y por las mañanas estudiaba FP de administrativo. Los profesores veían cualidades en mí y me animaban a seguir estudiando. Como estaba a punto de cumplir 25 años, entré en la Universidad por la opción de acceso para mayores de 25. Puse mucho empeño. Me gradué en la Pablo de Olavide con el doble grado de Derecho y Administración de Empresas. Abrí mi propia gestoría en Dos Hermanas, y hace un año la trasladé a Sevilla. Se llama “Nasting Asesores”, soy socia única y tengo a tres trabajadores.

¿Qué piensas de la invasión de Ucrania por parte de Rusia?

No estoy a favor de la invasión, podría haberse evitado. No veo correcto que vivamos una guerra en esta época, no sé qué intereses hay detrás.

¿Has tenido algún problema por ser rusa?

Ninguno. Incluso tengo clientes ucranianos. Son gente maravillosa.

¿Cómo te sientes como vecina de  Dos Hermanas?

Muy integrada. Dos Hermanas me encanta por sus zonas verdes y porque se puede llevar una vida desestresada. La gente es maravillosa y de buen trato. Siempre me esforcé por conocer esta cultura, hasta aprendí a bailar sevillanas. Y además tengo cuatro sobrinos, todos nazarenos, nacidos aquí: Ivan y Anna son hijos de mi hermano Eugenio,  y Livia y Adrián, de mi hermana Natalia.

Tu madre, Larisa, falleció hace poco. ¿Qué fue de tu padre?

Vive en Rusia, con mi abuela. En 2016 regresé para reencontrarme con él, 30 años después de verlo por última vez. Fue emocionante e impactante.

¿Qué piensas cuando comparas tu vida de antes y la de ahora?

Recordar mi dura infancia me hace pensar que fue la preparación para hacer algo grande en mi vida. Me dio el sentido de la responsabilidad y la disciplina. Sin esa experiencia lo mismo no sería la mujer que soy hoy. 

¿En qué andas ahora?

Acabo de lanzar una Asociación para el Desarrollo Empresarial (ADEDO), para ayudar a los empresarios de distintas esferas y compartir experiencias. Hablaremos fuera del trabajo, con una cervecita, por ejemplo los jueves por la tarde. En mi tiempo libre pinto retratos, hago running con mi perro Bruno y escribo poemas; algunos los recito en Tiktok. También estoy terminando de escribir un libro sobre mi vida.

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