“Cuando llega el Miércoles Santo me entra un cosquilleo y me levanto muy nervioso”

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Rafael Plaza

Una operación en las cuerdas vocales obligó a Rafael Plaza a dejar su cargo de capataz. Ahora confecciona pasos en miniatura de la Semana Santa de Dos Hermanas

Su inconfundible voz de mando seguiría hoy resonando bajo las trabajaderas del paso de misterio de Oración en el Huerto si en 2004 no hubiera sido operado de las cuerdas vocales. Aquel día, al verse privado de su torrente de voz, comprendió que su vida acababa de dar un giro inexorable. Auxiliado por sus compañeros, aguantó unos años más como capataz, hasta que en 2012 dejó de sacar pasos tras 39 años. 

Aún así, Rafael Plaza García lleva en la sangre el veneno cofrade y confiesa que “cuando amanece el Miércoles Santo me entra un cosquilleo y me levanto de la cama ya nervioso”. Repetirá el ritual como cada año: a las 11 de la mañana irá a la misa en la Casa Hermandad en calle Aníbal González, volverá a su casa en calle Botica, pondrá los pies en alto para aliviar su fascitis plantar y a las 5 regresará para vivir con los suyos los nervios de la salida y seguir en todo su recorrido a la Hermandad de Oración. “En mi hermandad he sido casi de todo”, comenta. “Prioste, mayordomo, teniente hermano mayor y capataz. Tuve la suerte de crear la primera plantilla de costaleros de la hermandad”. También ha dirigido las cuadrillas de la Virgen de la Esperanza, de Valme, Santa Ana y el Corpus. Su currículum cofrade se completa con el cargo de presidente del Consejo de Hermandades que ostentó entre 1989 y 1991 y el honor de haber pregonado nuestra Semana Santa en 1998.

“¿Seguirías siendo capataz si no te hubieran operado?”, le pregunto. Y contesta, muy seguro, que sí, “aunque con los métodos de hace 40 años”. Y se explica: “Antes era todo corazón, porque salíamos con la gente justa. Una vez en el paso de Cristo se pusieron dos costaleros  malos media hora antes y salimos con 38 costaleros en vez de con 40. La principal diferencia con lo que hay hoy es que yo llevaba 70 hombres que eran 70 amigos. Y si la cosa flaqueaba, con meter la cabeza debajo del paso y dar dos pellizcos la cosa se arreglaba. Y como no había relevo, después de cinco horas en la calle, se notaba el cansancio”. Insiste Rafael en que “los costaleros de hoy no son peores ni mejores: la diferencia es que hoy se relevan, y ese descanso se nota”.

Por debajo de su balcón, que mira a Santa María Magdalena, pasarán en Semana Santa el Cautivo, Pasión y El Gran Poder, pero él no estará ahí para verlos. “Necesito estar a pie de calle, escuchar lo que le dice el capataz al contraguía, enterarme de lo que pasa. Voy hasta a los ensayos de los costaleros”. Lo suyo es como el tabaco: una adicción… aunque esta no mata.

Los pasos en miniatura

Su padre, Rafael Plaza Gutiérrez, fue uno de los cosarios más destacados que tuvo Dos Hermanas y Rafael , como su padre, también dedicó su vida profesional al gremio del transporte. Cuando se jubiló, visitó en 2009 en Sevilla una exposición de pasos de Semana Santa en miniatura. Y una luz se encendió en su interior. ¿Por qué no intentarlo? Compró un paso en la calle Feria, buscó las figuras más parecidas a las de su Hermandad de Oración en el Huerto, encargó unos candelabros a un señor de Cádiz y, aunque nunca se dedicó a la madera, aprovechó la carpintería de su suegro, donde tenía a mano todo tipo de herramientas, y se puso a fabricar trabajaderas, faldones, llamadores y resto de detalles del paso. “Lo desbaraté una y otra vez, hasta que me salió el paso en miniatura, casi idéntico”.

Y tras ese, le entró el gusanillo. Hizo tres pasos más de Oración, aunque con el acabado en caoba y no en dorado, a los que sumó la Amargura y dos del Cristo de Veracruz. “Un día, en el mercadillo de antigüedades del jueves, en uno de los puestos vi un crucificado que era idéntico al de Veracruz de Dos Hermanas. Lo compré, lo dejé limpio con un decapante y lo pinté. Después trabajé los faroles y las flores de papel”. 

De los siete pasos en miniatura que ha construido hasta la fecha, cuatro los ha regalado a sus amigos (“cuando yo me muera se van a pelear por ellos”, dice) y en su casa solo conserva tres, expuestos en el pasillo de entrada de su piso. Los llevamos al comedor para hacerle la foto y, por curiosidad, los pesamos: entre 4 y 5 kilos cada uno. 

Le pregunto a Rafael si esta afición le compensa, si rellena así el vacío de no sacar a la calle los pasos de verdad. Asegura que no, aunque no oculta que las miniaturas se han hecho un hueco entre sus pasiones. De hecho, ya está pensando en un nuevo reto: un paso de palio y, por qué no, El Gran Poder. 

A pocos días del Domingo de Ramos, Rafael y su esposa, Inés Asencio, ya tienen completa su agenda: “El Domingo nos vamos con unos amigos a Sevilla, y vemos el paso de las cofradías desde los palcos. Pero a las nueve de la noche salimos pitando para Dos Hermanas para ver a la Esperanza. El cuerpo me pide fiesta”, dice, sin ocultar qué virgen de Dos Hermanas es su ojito derecho. “Lunes y Martes Santo vamos a algunos besapiés en Sevilla, pero no puedo andar mucho. Si me pongo a andar, el Miércoles Santo, que es mi día grande, mi cuerpo no aguanta”, confiesa. Ya queda menos.

Rafael Plaza, ex capataz, posa en el salón de su casa con tres de los pasos en miniatura que ha confeccionado hasta la fecha. Desde la izquierda son: Oración en el Huerto, Veracruz y Amargura.

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