Jardín Azahara: una mansión, baile entre palmeras, piscina de cristal y un fantasma

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Jardín Azahara
Vista diurna de una de las barras, rodeada de densa arboleda.

Esta discoteca al aire libre fue la gran sensación en Dos Hermanas en los veranos de 1985 y 1986

La cola llegaba hasta el kiosco de Paquino aquel 11 de junio de 1985, día de inauguración de Jardín Azahara. Es cierto que había expectación en Dos Hermanas por ver en qué se había transformado aquella mansión del número 67 de la calle Lope de Vega; pero también lo era que aquel día, con los nervios, se extraviaron las llaves de la cancela de entrada y se tuvo que abrir más tarde de lo previsto. 

Fue un éxito rotundo. El público llegaba de otros pueblos y había que cerrar el recinto cuando se alcanzaban las 2.500 personas. Jardín Azahara se basaba en un nuevo concepto de entretenimiento: música de moda y baile sin apreturas bajo las estrellas, rodeados de ficus, tuyas y palmeras. 

La ocurrencia fue de los hermanos Manuel y Francisco Díaz y el cuñado de este, Antonio Domínguez. Concibieron una nueva vida para “Villa Mercedes”, aquella vieja mansión de 11.000 m2 de la familia Mora-Figueroa (casa de la que por cierto se decía que fue visitada por Franco), abandonada desde hacía siete años por Doña Pilar, su propietaria. Con el sobrino de esta señora firmaron nuestros tres protagonistas un contrato de alquiler de 100.000 pesetas (600 euros) anuales, y en 1984 se pusieron manos a la obra.   

Los tres primeros años (de 1985 a 1987) Jardín Azahara no abrió al público la vieja mansión: al funcionar como una discoteca de verano, bastaba con los jardines. Sin derribar un solo árbol, Manuel Díaz “Lin” desplegó, a 60 centímetros por debajo del suelo, más de 5.000 metros de cables y tuberías. Se construyeron cinco barras, una junto a una jaula de loros: tres de ellas estaban al entrar a la derecha, con hamburguesería, carne a la plancha y 20 veladores. En las otras dos barras solo se servían copas. El personal ascendía a 20 trabajadores: 13 camareros, dos recogevasos, más los cocineros. La pista de baile era una superficie de cemento al aire libre, con el pinchadiscos, Emiliano, asomando desde un jardín superior. Dos altavoces de 200 watios y dos bafles Cisma réflex de 250 ponían la banda sonora a las noches de verano con el “Like a Virgin” de Madonna.

¿Bailar dentro de una piscina?

Jardín Azahara nunca cobró entrada. Los ingresos procedían de las consumiciones. En esos años ya existía la discoteca “2001”, que sí cobraba por el acceso, así que los días entre semana el público prefería Jardín Azahara. Pero había un problema:  los vecinos se quejaban del ruido.  

Había en la finca una piscina que simulaba, en su forma, los dientes de una llave antigua. La gran idea, en 1987, se llamó “Acquaprisma”: se instaló una cúpula de cristal “Climalit” sobre la piscina para hacer de ella la pista de baile y así amortiguar el ruido. El público bailaba, por tanto, dentro del hueco de la piscina y bajo una bóveda de cristal . Para hacerlo aún más psicodélico,  una fina película de agua se deslizaba de forma continua por el exterior de los cristales. El “Acquaprisma” fue la gran sensación durante tres años.

Lo que perduró más tiempo fue la leyenda del fantasma. Se decía que habitaba en la casona el espíritu de Braulio, un antiguo mayordomo de los Mora-Figueroa. Cuentan que cinco camareros de Jadín Azahara hicieron la güija una noche y les entró tanto miedo que no volvieron a entrar. Un guarda trabajó allí solo una noche: su experiencia debió ser tan desagradable que no volvió ni para cobrar lo que se le debía.

El café teatro

Al concluir el verano de 1987,  los tres socios deciden dar otra vuelta de tuerca. ¿Por qué no aprovechar el interior de la vieja mansión y así mantener Jardín Azahara abierto todo el año? Realizan una gran inversión para decorar como café teatro aquella casa de dos plantas y mil metros. Se restaura el pasamanos de caoba, se derriban muros de tierra, se instala una barra, se construye y se alicata una cocina. A la derecha se acomoda un pequeño comedor y a la izquierda un salón para copas. 

En el otoño de 1987 se inaugura el “Café Teatro Jardín Azahara”. Actuaban monologuistas. Los fines de semana acudía un mago. En los días previos a la Semana Santa actuó la Banda de Cornetas y Tambores. Pero aquello no cuajó y en octubre de 1989 Jardín Azahara deja de existir dando paso a Kenya Azahara, una historia que ya hemos contado en otra ocasión.

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