«Los caballos dan señorío a la Romería de Valme, pero cada vez se ven menos»

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Juan Gómez
Juan Gómez Justiniano en el patio de su casa, con la medalla de Valme de su padre.

Juan Gómez Justiniano fue muchos años exornista de la carreta de la Virgen, la misma que su abuelo diseñó hace ahora un siglo

Este año, por problemas de salud, Juan se tendrá que conformar con ver pasar a la Virgen de Valme por la puerta de su casa, en calle Botica. 

¿Cómo te sientes a cuatro días de la romería?

Con una ilusión tremenda. Oigo las campanas y de pronto siento que tengo 30 años, Pero es un pensamiento efímero. Vuelvo a la realidad y compruebo que tengo limitaciones.

 Si te dieran un caballo…¿no irías detrás de la carreta?

¡Con un caballo pastueño sería capaz de montarme e ir!

¿Qué significa pastueño?

Manso, para que no me de ningún susto… ¡que ya no estoy para eso!

Tienes 84 años. ¿Cual es tu recuerdo más antiguo del Valme?

Con unos diez años vi por primera vez pasar a la Virgen por calle Canónigo. Sin decirle nada a nadie, me fui yo solito detrás de la carreta. No recuerdo nada más, solo que me llevé un buen castigo de mis padres.

El Valme no sería lo que es hoy sin la aportación de tu abuelo, Diego Justiniano. ¿Te sientes orgulloso? 

Muy orgulloso. Yo no le conocí, pero él fue quien, hace cien años, en 1922, cambió el exorno de flores naturales de la carreta por flores de papel rizada, y también diseñó la carreta de la Virgen, que es la misma que lleva hoy día, un siglo después.

Juan Gómez
Fotografía de 1969, con el exorno de la carreta recién finalizado. En el centro está Juan, flanqueado por su hermano Luis y por Manuel Moreno Sánchez.

Tu tío Luis continuó la tradición familiar y, en los años 60 y 70, tú tomaste el testigo y fuiste el exornista de la Virgen de Valme, ¿no? 

Así es, exorné la carreta muchos años, junto a mi hermano Luis y mis primos Diego y Ramón. Empezábamos en septiembre, y ya íbamos todos los días. Lo último que se ponía eran los nardos, la noche antes de la romería. Un año, llovía tanto que hasta la línea del tren estaba cortada; y los nardos, que venían de Valencia, no llegaban. Estábamos muy nerviosos. Finalmente, llegaron a las 3 de la madrugada. Los pusimos y a las 6 de la mañana, sin dormir nada, empalmamos con la misa de romeros.

¿Quién decidía los colores de las flores de la carreta?

La Junta de Gobierno, pero casi no había que votar, pues por tradición solo se usaba tres colores: amarillo, rosa y celeste. Hoy se siguen usando, pero se está abriendo a otros colores. También se llevó alguna vez de blanco entero.

 ¿Qué pasó en 1965?

Ese año, un carretero estaba unciendo los bueyes; y el animal, por algún motivo, se asustó, le pasó por encima y mató al carretero. La romería estaba a punto de comenzar, y los miembros de la Junta nos reunimos en la sacristía para ver qué hacíamos. La responsabilidad era enorme, el pueblo esperaba en Los Jardines. Finalmente decidimos salir, pero más tarde. Las niñas que iban en las carretas fueron sin cantar hasta la Venta Las Palmas y los caballistas fuimos a pie, con los caballos de reata.

Has ocupado diversos cargos en la hermandad: vocal, secretario, exornista de la carreta y teniente hermano mayor. ¿De qué año te queda mejor recuerdo?

Sin duda de 1973, el año de la coronación. Fue grandioso, estábamos medio locos, éramos muy jóvenes e incansables. Creo que en Dos Hermanas no se ha vivido nunca un día como ese. La seguridad era máxima porque Carrero Blanco fue nombrado presidente del gobierno solo una semana antes. Y lo asesinaron en diciembre, solo seis meses después. En enero de 1974 celebramos una misa y acudió su esposa, Carmen Pichot.

¿Algún momento imborrable de aquel 23 de junio de 1973?

El templete del Arenal no tenía ya techo y ahí se subió a la Virgen. Creo que nadie se dio cuenta, pero durante todo el acto, un gorrión estuvo posado en el paso, dando saltitos de un lado a otro. No es lógico, con aquella multitud y aquel bullicio, que aquel pajarito estuviera allí todo el tiempo sin asustarse.

¿Cómo ha cambiado la romería en estas décadas?

No sabría cómo explicarlo. Parece que no ha sufrido una transformación, pero sí hay cosas que han cambiado. Por ejemplo, ahora van menos mujeres en las carretas. Antes iban hasta arriba y ahora se ven vacías. Y algo que me atañe pero que veo difícil que se cambie: antes siempre iban cuatro o cinco caballistas con las insignias, delante de la Virgen. Incluso nos aplaudían al pasar. Eso le da empaque y señorío y debería recuperarse.

Veo que le otorgas mucha importancia a los caballos…

Es que creo que el caballista es muy importante. El 70 por ciento del éxito y la alegría de la romería es la visión de los caballistas con sus jinetes y flamencas. En mi época hemos llegado a ir hasta 1.500 caballistas. Ahora si acaso van 250, y van desagrupados. Hay que admitir también que en aquellas fechas habia menos aglomeración y era más fácil organizar la romería.

¿Cómo es tu relación con la Virgen de Valme?

Voy a todos los cultos, aunque me lleva mi mujer, Consuelito, en una silla de ruedas porque me asfixio. Pero en mi casa se me va a distorsionar el cuello de mirarla, de tantas fotografías que tengo de ella. 

Elegante, educado, documentado y apasionado. Así es Juan. Se lamenta de que su físico no le permita llevar a cabo sus proyectos. De alguno de ellos, quizá, le hable en silencio a la Virgen, cuando pase este domingo por su puerta…