“Me he jugado la vida abriendo pozos con dinamita. En Dos Hermanas no había agua”

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Rafael Cabello

A sus 86 años, Rafael Cabello “El Dormío” describe los pormenores de la peligrosa profesión de pocero: “Al prender la mecha tenía un minuto para salir del agujero”

Rafael Cabello enumera de memoria las canteras que hay en Dos Hermanas (la del Ratón, la de Palomo, la de Cavanoches, la de Crespo, la de Cardito…). Sus 86 años no le impiden recordar con detalle su profesión de pocero, hoy desaparecida.

Antes de nada, Rafael, ¿por qué te dicen “El Dormío”?

El apodo viene de mi abuelo, que era picapedrero, de los que hacían carreteras. Trabajaba en una cantera y se quedaba dormido con una barrena, porque sufría la enfermedad del sueño. A mi padre, que era natural de El Castillo de Los Guardas, también le decían Francisco “El Dormío”, y yo heredé el mote. 

¿Tu padre era pocero?

Él era pocero y dinamitero. En las canteras volcaba mil metros de tierra con la dinamita. Y yo aprendí de él. De pequeño me escapaba de la escuela del Ave María para tirar dinamita con él.

¿En qué consistía la profesión de pocero? 

 En abrir pozos en las casas. He abierto cientos. Los poceros eran necesarios en Dos Hermanas, ya que no había agua potable pero sí mucha agua subterránea. Cuando alguien compraba un terreno para hacer una casa (por ejemplo en el barrio Pachico, o en el barrio La Fábrica), tenía que comprar espacio para el pozo, que se hacía en un lugar del patio y compartiéndolo con el vecino. Había que hacer una circunferencia de 1,20 o 1.40 metros de diámetro, con media circunferencia para cada vecino. Había que hacer el pozo antes de levantar la casa, al tiempo que los cimientos, para que las explosiones de dinamita no afectaran a la estructura. 

Rafael Cabello
Rafael en los años 50, abriendo un pozo con su cuadrilla. Su padre Francisco es quien mira desde arriba con un porro en las manos. En el grupo que posa delante, Rafael es el segundo por la izquierda.

¿La capa freática se encuentra muy profunda en Dos Hermanas? 

La profundidad a la que encuentras el agua depende del lugar. Si abres el pozo en un cerro, te encuentras el agua a 20 metros. Pero en llano no está tan profunda. Yo abrí un pozo en el patio de una casa en las Casas Baratas y lo hice en dos días; el agua estaba a 7 metros. Lo más dificultoso era abrirlo en el Barrio Pachico. ¡Es piedra alberusca, lo más duro del mundo! Para abrir un pozo hay que saber que hay agua hasta que haya albero hacia abajo. Aquí no hay manantiales, hay “sudaderos”. Cuando des con grea es que no hay agua. A la grea le llaman la “marga azul”. 

¿Siempre usabas dinamita?

Claro, para hacer un pozo hay que tirar dinamita, barrenos de 80 centímetros. Primero se quita la tierra colorá, después el tajón (que es una tierra blancuzca), después albero rebujado con tierra y al final llegas al albero de piedra. Si el terreno no es muy duro, vas sacando tierra con porros, cuñas y espiochas. Si no llevas, ni te levantes siquiera. En el momento en que te encuentras las piedras tienes que tirar dinamita. 

¿Cuánta dinamita hacía falta?

Yo he abierto pozos en los que he tirado 10 o 12 barrenos. Con mi padre abrimos el pozo que hay en la Venta La Viña y necesitamos un mes. Me metía dentro con una soga. Mi padre cobró 1.000 pesetas por abrir aquel pozo. 

¿Era una tarea peligrosa? 

 Mucho. Yo me he jugado la vida cientos de veces. La mecha era de tres cuartas. Al prenderla, por la cuenta que te tiene, húyele Pedro, porque tarda un minuto y la onda expansiva te mata. Siempre me metía dentro en calzoncillos para estar más ágil. Cuando encendía la mecha, salía del agujero a pulso, dando patadas, agarrándome a las paredes. Cuanto más profundo el pozo, más mecha había que poner. Cuando no me daba tiempo a salir (y de esto mi padre no se enteraba) me metía en la galería, que era un hueco que habíamos practicado en un lateral para meter el motor.

¿Nunca tuviste un percance?

¿Que no? ¡Toca aquí! ¿Notas que en esta parte del cráneo falta el hueso?

Sí, hay un hueco del tamaño de una moneda de dos euros…

Tras una explosión se me cayó un motor encima. Me palpé la nuca y tenía allí el trozo de hueso, que se había desprendido del cráneo. Salí por mi propio pie y me llevaron a García Morato. Otros no tuvieron tanta suerte. Recuerdo al hermano del Galleguito que, arreglando un pozo en la barriada de San Pablo, pisó una tabla que cedió, se cayó y se mató antes de llegar abajo. 

¿Qué pasó con esos pozos cuando llegó el agua a los grifos?

Algo que nunca debió de pasar. En Dos Hermanas no se debió autorizar lo que autorizó un alcalde: tapar los pozos y usarlos como pozos negros, para echar las aguas residuales de las casas. Porque esas inmundicias van al sudadero, los pozos están comunicados y se contamina todo. Las aguas de esos pozos no tienen garantía de ser potable.  

¿Cuando dejó la profesión?

Siendo novio de Merecedes Barbero (mi esposa, a la que quiero más que a nada en el mundo) todavía era pocero, pero al casarnos en 1963 me llamaron de Productos Químicos Sevillanos para hacer dos pozos, me hicieron encargado de una planta de droguería y farmacia y me quedé en esa empresa 45 años.  

Antes de eso, Rafael hizo la mili como legionario en el Sahara, trabajó de oficial de tonelería en el almacén de Antoñete y fue el primer portero del Atlético Dos Hermanas, pero eso… lo tendremos que contar en otra ocasión.

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