Montse L. Ávalos ha dejado todo para ayudar a los refugiados en Varsovia

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Montse L. Ávalos

La nazarena Montse L. Ávalos se siente impactada por «la fortaleza de esas madres que han perdido todo y tienen una sonrisa cuando les das algo de comer»

Montse L. Ávalos es nazarena de nacimiento. Trabaja como Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería en un centro educativo en Madrid. 

Tras estallar el conflicto bélico en Ucrania y ver en televisión la situación de tantas personas que dejan todo atrás huyendo de la guerra decidió dar un paso decidido al frente.

Montse L. Ávalos lo habló con su familia y decidió pasar directamente a la acción. No se lo pensó. Sacó sus billetes para volar a Varsovia (Polonia) y allí está colaborando como voluntaria en todo lo que es necesario y está en sus manos.

«Estoy en Varsovia. Ayudando, colaborando, llorando a escondidas, sintiendo cómo la vida puede cambiar en un momento. Madres con hijos, ancianos, hombres impedidos, más niños, más ancianos. Han perdido todo en días: marido, mujer, casa, amigos, primos, perros, gatos… todo», resumía en sus redes sociales.

«Espero poner mi granito de arena para que estas personas tengan una sonrisa y una mano que les ayuda, al menos, unos minutos», indicaba.

Explica que está cansada y agotada pero muy feliz de estar ayudando a todas estas personas.

Montse L. Ávalos Vivió en el centro de Dos Hermanas. Estudió en el colegio de La Compasión y en el Cervantes. 

Por razones laborales, hace unos años se fue a vivir a Madrid con su marido y sus tres hijos, aunque sigue teniendo familia viviendo en Dos Hermanas. «Especialmente echo de menos a mis queridas primas Inma y Sole», afirma con añoranza. 

A Montse L. Ávalos le gusta pintar, ha realizado teatro de manera aficionada… Le gusta estar con su familia «tengo tres hijos que vivieron sus primeros años en Dos Hermanas, en la plaza de la Pólvora», indica orgullosa. 

También le gusta ver series, leer, viajar y ayudar a otras personas. 

Desde Varsovia, en la central de voluntarios del Gobierno polaco, Montse L. Ávalos responde a nuestras preguntas y nos explica cuál es la situación que se está viviendo allí.

¿Cuándo y por qué decides dejarlo todo y viajar a Varsovia para ayudar? 

Viendo las noticias, veo a niños, madres, familias enteras sin nada. Lo hablo en casa y me pongo en marcha. Una amiga de una cuñada está allí y me pone en contacto con la central de voluntarios del Gobierno polaco. Necesitan de todo. Me lanzo y voy. 

¿Qué tipo de voluntariado estás desarrollando? ¿Cómo es tu día a día allí? 

Ayudo en las estaciones a la llegada de los refugiados. Hago un poco de todo, como todos los que estamos allí. Organizamos a las personas, damos comida, descargamos los camiones con suministros de productos de higiene, comida, medicinas, etc. 

También, gracias a los bizum de amigos y familiares, he ido casi a diario a comprar productos que iban faltando. Desde medicinas a pan, cepillos de dientes, compresas, melatonina para dormir, chocolatinas para los niños. De todo. 

¿Colaboras con alguna entidad u ONG en concreto? 

Colaboro con las ONG coordinadas por el Gobierno polaco que trabajan en la llegada a las estaciones de los refugiados. 

¿Qué te encontraste al llegar? 

Un país volcado en ayudar. Es increíble lo que están haciendo por todos los refugiados. Y refugiados por todas partes. Son muchos, más de lo que nos podemos imaginar. 

¿Qué es lo que más se necesita? ¿Cómo se puede colaborar? 

Lo principal es más voluntarios que vengan a ayudar, y en segundo lugar dinero. Por ejemplo a World Central Kitchen de José Andrés que están haciendo una labor impresionante, a Cruz Roja, Fundación Madrina, Cáritas etc. 

¿Qué es lo que más te ha impactado? 

La ayuda y entrega del pueblo polaco. Es brutal. 

Y, por otro lado, la fortaleza de esas madres que han perdido todo y tienen una sonrisa cuando les das algo de comer. El que da igual el status social, estás pidiendo comida en una cola donde se mezclan pobres y ricos. El dinero ucraniano ahora no sirve de nada. Hay una mujer con bótox y un bolso caro esperando sus lentejas y su compresa al lado de una persona pobre o de clase media. La guerra no entiende de status. 

Me llama la atención que los niños pequeños no lloran casi nada. Los niños pequeños llegan como si fuese una excursión. 

Los adolescentes, sin embargo, tienen una expresión dura, muy dura, están enfadados. 

¿Qué cuentan las personas que llegan tras haberlo dejado todo atrás huyendo de la guerra? 

Que han dejado todo atrás. Que hay personas que se han quedado allí y es probable que no las vuelvan a ver nunca más. Es muy duro. Que no saben cuando van a volver

¿Hasta cuándo tienes previsto estar allí? 

Hasta el día 30 de este mes. Ya tengo que volver a mi trabajo. 

¿Qué te dice tú familia?

Me ha apoyado en todo momento. Están muy orgullosos y entienden que tenía que hacer esto por los refugiados y por mí, para sentir que cada uno podemos ayudar de una manera u otra. Es duro pero sientes que lo que haces tiene impacto en personas que están en su peor momento. 

Si alguien más se lanza, que me escriba y le diré como ir. Hacen falta personas, me preocupa el relevo, esto no va a terminar pronto. Son muchas personas. Muchísimas.

Las personas interesadas en colaborar económicamente con los refugiados ucranianos pueden realizar sus donaciones a las ONGs que están trabajando en la zona. Según explica Montse L. Ávalos, las que más están trabajando en Polonia son World Central Kitchen y a Fundación Madrina que está fletando autobuses que están fletando autobuses desde allí hasta todos los puntos de recepción.

Ella, como ya tiene prevista su vuelta, prefiere no recibir más donaciones y que se destinen a personas que vayan a seguir trabajando en la zona. 

Todos podemos aportar nuestro granito de arena, de una u otra forma, ante esta barbarie que parece no tener fin.

«La guerra es cobarde pero las personas podemos ser valientes y ayudarnos unas a otras», subraya Montse L. Ávalos en sus redes sociales.

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