“Al cantar una saeta, te quedas sola ante Él. Sólo escuchas los latidos de tu corazón“

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Cristina Millán Jiménez.

Estas cinco nazarenas son alumnas de la Escuela de Saetas de Sevilla, en la Hermandad de la Cena. Nos introducen en los secretos de este complejo cante

A medida que se aproxima el Domingo de Ramos, los corazones de estas mujeres aceleran sus pulsaciones. Son Flora, Margarita, Cristina, Isabel y Antonia, alumnnas de la Escuela de Saetas de Sevilla. Las cinco aseguran que la saeta les ha cambiado la vida. Por eso los sábados, cuando salen de Dos Hermanas hacia la Casa Hermandad de la Sagrada Cena de Sevilla para recibir sus clases, se sienten muy especiales. “Ese es el momento sagrado de la semana”, asegura Cristina, que cumple ya ocho años en la Escuela. “Me obsesioné con la saeta, me tiraba todo el día entonando una tras otra. Es lo mejor que me ha pasado”. 

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Flora Corral Pérez.
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Margarita Domínguez Valle.
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Isabel De Pedro Bernal.
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Antonia Ramos Gómez.

Además de estas cinco mujeres de Dos Hermanas, hay un sexto alumno nazareno en la Escuela: Manuel García Monge “Carri”.

Una flecha directa al corazón

El término saeta proviene directamente del latín: flecha. Es un disparo certero al corazón. Si en los tres o cuatro minutos que dura consigue remover las emociones del que la escucha, ¿cómo explicar la emoción de quien la saca de sus entrañas? “Cuando cantas una saeta, estás rezando. Solo escuchas el latido de tu corazón, no lo puedes parar”, dice Isabel. Para Antonia, es “un volcán de sentimientos”. Ellas dos, que solo llevan unos meses, aún no han cantado desde un balcón. Isabel, que tiene una promesa, susurra emocionada que no podrá cumplirla hasta el año que viene. Pero Margarita, que le ha cantado al Señor de Pasión y al Cautivo de Dos Hermanas, lo describe así: “Fue una experiencia intensísima. Soy creyente. Cuando vi al Señor venir por la esquina, el corazón se me salía por la boca. Es incontrolable. Cuando está por fin delante tuya es una mezcla de angustia y alegría. No veía a más nadie, solo Él y yo. Después lloré y me desahogué”. Para Cristina, “al acabar es como si bajaras de una montaña rusa”. Este año tiene intención de cantarle a la Amargura de Dos Hermanas y a la Virgen del Subterráneo en Sevilla. “Como la hermandad no da permiso, me entero de dónde hay un cambio de costaleros y aprovecho ese intervalo para cantarle a pie de calle”. Margarita y Flora quieren cantarle al Cautivo, aunque lo decidirán a última hora, según les coja el cuerpo.

La más veterana de las cinco es Flora, trianera que desde pequeña vive aquí, en la calle Toneleros. Ingresó en la Escuela de Saetas en 2013 y poco a poco fue enganchando a las demás compañeras. “Nos conocimos en las clases de flamenco que se imparten los jueves en la Peña Juan Talega”. Ella nos explica cómo funciona la Escuela: “Es gratuita, no cobra dinero, y somos unos 50 alumnos. La más conocida es la saeta por seguiriyas, pero en la Escuela nos enseñan todos los estilos, que son siete, para que no se pierdan: por toná, por martinete, por carcelera… Cuando cantamos en esa imponente iglesia de Los Terceros, lo hacemos ante los miembros de un jurado, como en “Se llama Copla”, que te enseñan cómo mejorar”. Y añade Margarita: “Para que te den el título, tienes que dominar los siete estilos, aprender el Padrenuestro cantado por saetas y el Ave María por seguiriya y martinete”.

Ni palmas ni compás

A Cristina le dieron el título de saetera en 2018 y ahora es profesora. Entre los alumnos que le han asignado está su compañera Isabel, a la que no sólo instruye en la clase de los sábados: “Nos llevamos toda la semana mandándonos notas de voz por teléfono”, señala esta última. ”Yo le canto en un audio, y ella me manda otro, corrigiéndome”.

“Es un cante complejo”, explica Flora. “A diferencia de otros palos, la saeta se canta de pie. No va al compás ni de palmas ni de guitarra. Eres tú sola, supone un gran riesgo porque si te equivocas, no hay vuelta atrás”. Nos canta una saeta por seguiriya con cambio a carcelera. Margarita lo hace por martinete, ambas con gran estilo. Cristina, la más joven y quizá la más dotada vocalmente, a pesar de estar hoy algo resfriada saca de su garganta una saeta que sobrecoge. Me fijo en su postura: una mano en el diafragma, el pie izquierdo por delante del derecho. “Es importante para evitar el balanceo, para que cuando tiembles no pierdas el equilibrio. Debemos estar lo más rectas posible”. Margarita confiesa un truco: agarra con la mano el pañuelo que lleva al cuello.

Al hablar entre ellas, citan al macho. “¿Quién es el macho?”, pregunto. “La saeta por seguiriya tiene siete frases musicales. Son 5 versos más los dos últimos que se repiten. El macho es el ayayay entre el 5º y el 6º verso”.

Si quieren escuchar a estas apasionadas saeteras, el Viernes de Dolores estarán en un acto de exaltación en la Peña Flamenca Juan Talega.

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