Ana Marín (99 años): “En los almacenes de aceitunas me llamaban la rebelde”

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Ana Marín
Ana Marín Guerrero nació en 1922. En la foto, en el patio de su casa de la calle Cristo de Veracruz.

El 6 de julio hará un siglo. Cuida sus geranios, cose, cocina y rechaza irse a vivir con sus hijos

Ana Marín ha sobrevivido a 25 alcaldes de Dos Hermanas. Ha padecido el tifus, el sarampión y la tosferina, pero se ha salvado del Covid. Hace cuatro años caminaba por Canónigo y la atropelló un coche que salía de un garaje. Tenía 95 años. Sus hijos se temieron lo peor.  Se rompió la pelvis. Pero Ana Marín se rehizo y sigue enganchada a la vida, como si nada. 

¿Cómo es tu día a día, Ana? 

Me levanto a las 8 y salgo al patio a ver mis flores.Hago la cama, friego, barro y arranco unas pocas de hierbas. Hoy he hecho unas alcachofas con guisantes y chorizo. Los mandaos los hago una vez por semana, los viernes, siempre en la plaza de abastos. Voy con el andador, porque si no, voy dando cambayás, he perdido el equilibrio tras el accidente. El otro día me caí en el patio y mis hijos ni lo saben. Mira los cardenales ¿ves? Y los miércoles voy al centro de mayores de Los Montecillos. Hacemos competiciones de memoria, cálculos, sopas de letras… Me dieron una placa “a la socia más longeva”.

¿Con qué edad llegaste aquí?

Con 12 años, al morir mi padre en  1934 en un accidente. Mis padres  eran de Arriate (Málaga). Al quedarse viuda y con 6 hijos (cuatro de ellos hembras), mi madre se mudó aquí sabiendo que los almacenes de aceitunas eran una esperanza de trabajo para las mujeres. Vivíamos en la calle San Fernando.

¿Con qué se divertía una niña como tú en este barrio?

Hacíamos carreras pedestres, jugábamos al diábolo, al pique, a la billarda, a piola, éramos una buena cuadrilla. Por la noche todo se volvía muy oscuro. En las calles solo había unas cuantas bombillas de esas que parecían brevas.

Pero tu infancia se truncó pronto. ¿Qué ocurrió en 1936? 

El 8 de julio mi madre hizo una taleguita y se fue con mis dos hermanos pequeños a Ronda la Vieja, para ayudar en el ajuar de la boda de su hermana. Se fueron andando por no tener dinero para el autobús. Aquí nos quedamos las tres hermanas mayores. Entonces comenzó la guerra y no supimos nada de mi madre en semanas. Cuando entraron los fascistas en Dos Hermanas, nos echaron del barrio de San José por ser “forasteras”.  

¿Qué pasó sin madre y sin casa? 

Mi vecina, Dolores Cuéllar, vivía en la calle Cabo Noval en un corral de vecinos, con 9 hijos. Fue a por nosotras tres, y como era agosto, sacó a sus hijos varones al patio de la casa de vecinos y nosotras dormimos dentro. 

¿Uno de tus hermanos murió?

Sí, murió de pulmonía y mi madre no tenía ni para enterrarlo. Pero una vecina, la de Copao, le pidió permiso a D. Antonio Lissén para hacer una colecta para pagar el entierro. Yo tenía entonces calenturas tifoideas y estaba calva, se me había caído el pelo.

Ana Marín hizo peripecias para sobrevivir en la Dos Hermanas empobrecida de posguerra

Te tocó vivir la durísima posguerra. ¿En qué has trabajado? 

¡Uf! ¡En todo! De niñera, vendiendo naranjas y huevos por las casas, y también tabaco en los sindicatos y en los cines. En los años 40, vendía papas de estraperlo en la plaza. Mi marido, Antonio González Cardona, venía de La Rinconada con más de 200 kilos de papas en el manillar de la bici por medio del campo para evitar el fielato.

¿A qué edad entras en Lissén? 

Con 14. El alcalde Traver se apiadó de nosotras y nos dio una carta para Antonio Lissén. Este, al hablar conmigo, me dio un duro y le dijo al encargao que al día siguiente me metiera de rellenadora, pero no volandera, sino fija. 

¿Cuántas aceitunas han pasado por las manos de Ana Marín?

¡Millones! He velado en casi todos los almacenes: Lissén, Huerta Casanova, El Arsenal, Trueba y Pardo, y  24 años en León y Cos. El día que vino la mujer de Franco nos dieron gorritos a todas y lo limpiamos todo muy bien.

¿Quién te iba a decir entonces que te ibas a convertir en una destacada enlace sindical?

Es que se cometían muchos abusos. De Trueba y Pardo me fui en un acto de rebeldía. Había que embarcar, trabajar toda la noche y el encargao dijo: “¡De aquí no sale ni Dios!”, y yo cogí y me fui. Tenía que cuidar a mis hijos y a mi marido enfermo. He sido muy rebelde porque nos engañaban. Nos quitaron el 25% de incentivo por destajo. Éramos más de 1.000 y solo había dados de alta 200. Había que cotizar 180 días, pero nos daban de baja antes. Cosas así. María “La Bibi”, “La Planchilla”  y yo fuimos a hablar con el delegado del Sindicato Vertical, pero nos trataron muy mal por ser mujeres.

En julio cumples 100 años y sigues viviendo sola. ¿Cuando vas a dejar que te cuiden un poquito?

Yo avisaré cuando ya no pueda. En casa de mis nueras me siento tonta, porque soy muy activa y no me dejan ni barrer. Aquí en mi casa no paro. De día estoy haciendo este mantel y de noche esta manta de ganchillo. Ayer hice este rosario de encaje, he regalado ya 200. 

¿Piensas en la muerte?

No le tengo miedo a la muerte, pero sí a la enfermedad. Sé que tengo que irme, éramos 54 primos hermanos y solo quedamos vivas mi hermana y yo. Llevo demasiado tiempo aquí, y además estoy todo el día roando por el suelo. Me gustaría morirme sin darme cuenta,  que un día vengan mis hijos y yo ya esté en otro mundo. Se lo pido a Dios, si es que existe.   

¿Cual es tu relación con Dios?

No muy buena. Yo iba mucho a misa cuando mi hijo enfermó. Ahora no tengo lágrimas, las eché todas cuando murió en 1993. Sé estar en misa, sé lo que hay que hacer, y me asomo a ver las procesiones, pero no iría al Vaticano ni aunque me lo pagasen. No me gustan los curas. ¿Tú has visto alguna vez a uno paseando con un mendigo?

¿Es cierto que nunca has pisado un cementerio? 

Es cierto. Y también que le he dado la teta a más niños aparte de a los míos.

Tienes 4 hijos, 13 nietos y 13 bisnietos y eres viuda desde 2004. ¿Te queda algún deseo por cumplir?

Sí. Antes de morirme me gustaría volver al cortijo donde nací y me crié con mi familia. Se llama Cortijo Bujambra y está en el término de Ronda. ¡A ver si alguien me quiere llevar!

Ana Marín recoge unas calas de su jardín y hace un ramo que coloca en un pequeño altar, donde están las fotos de todos sus familiares muertos.

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