Antonio Morales Alcocer, un gran carnavalero de Dos Hermanas (I)

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Antonio Morales Alcocer

Particularmente, como es sabido, me gusta muchísimo el Carnaval, fiesta de alegría y desahogo previa a los austeros –y quien no los vive así no los vive con perfección evangélica-, días de Cuaresma. Y hoy nos vamos a ocupar de un gran carnavalero de nuestra ciudad como es Antonio Morales Alcocer.

Nace nuestro biografiado el 26 de enero de 1945. Es hijo de Juan Morales Bobillo, conocido por Juanillo ‘El Copao’, faenero en el almacén de León y Cos y de Josefa Alcocer López, de la gente de los ‘Planchillas’ y que trabajó en almacenes de aceitunas como la Huerta Casanova y El Molino de Curro Gómez Carballido, ‘El Lagunero’.

Nuestro personaje estudió primeramente en las Escuelas del Ave María de donde pasó al Colegio Calvo Sotelo, conocido por el Cementerio Viejo. Después su vida profesional ha pasado por varios derroteros. Desde muy chico fue pescadero de la sección de escogido de un almacén. También ha trabajado de tonelero y faenero en el ya nombrado almacén de Curro ‘El Lagunero’. Ahora bien, el oficio al que más se ha dedicado es el de yesero. Pero, donde se jubiló a los sesenta y tres años, un poco antes de la fecha, fue en la conocida fábrica de Cerámicas Bellavista donde permaneció diez años ocupándose del mantenimiento. Como vemos, se trata de un amplio currículo profesional.

Por otra parte, son enormemente importantes las aficiones o pasiones de nuestro personaje. Le gusta mucho el fútbol y es bético. Pero, curiosa y significativamente le gusta escribir y de todo, como poesía y novela.

Con respecto a su grado de adhesión a las numerosas fiestas de nuestro pueblo hay que decir que le gustan muchos las campanitas, esos coros de campanilleros que alegran las Pascuas nazarenas, el Carnaval por supuesto, la romería de Santa María de Valme, la feria y la Semana Santa aunque esta le gusta algo menos. No obstante es gran devoto de Nuestra Madre y Señora de la Amargura, esa gran imagen nazarena que concita tanto amor y devoción en nuestra ciudad en ese gran grupo de barrios que tienen a su capilla como centro espiritual, sentimental y emocional.

Pero como hoy no nos interesa tanto su faceta de campanillero, la de romero, la de feriante o la misma de semanasantero sino la de carnavalero –en la cual ha destacado mucho y desde siempre- diremos que la afición a las Carnestolendas le vienen desde hace muchísimo tiempo. Él vivía en la calle Lope de Vega, en nuestra popular calle Segismundo Moret o más castizamente la Cañada. Desde chaval acudía a la taberna y tienda de Manolito Durán ‘Gili’ y de Consuelo la ‘Mailla’ en la misma Cañada donde, en épocas de la prohibición de la fiesta por el gobierno del General Franco, se juntaban los viejos carnavaleros, sobre todo los que desempeñaban un oficio tan castizo y de nuestro pueblo como el ya citado de tonelero. Se reunían allí, pues, Zamora, Joselillo el ‘Pitaco’, el Gorri, el Ramillo, etc. En época de Carnaval, alrededor de unos vasitos de vino, hacían compás en el mostrador con los nudillos y usaban de bombo la parte baja del mismo mostrador. Además con papeles de fumar hacían los pitos. Un murguista muy antiguo era el ‘Mirlo’ que había dado nombre a una de nuestras viejas murgas. Por supuesto, los chiquillos del barrio, entre los que, ciertamente, se encontraba él oían extasiados las viejas letras de las murgas. Mas otro avance en la afición de nuestro biografiado por el Carnaval aconteció al entrar a los doce o trece años a trabajar al almacén de Las Cruces, propiedad de la riquísima familia sevillana de los Ybarras. También en este viejo almacén de aceitunas existían trabajadores a los que gustaba el Carnaval como Miguelillo Tolete, Tomás, Marín, Joselito el ‘Niño’, Miguel ‘Cogollo’ Quintano, José el de ‘La Gregoria’, su tío José ‘El Planchilla’, etc. Entre las letras que cantaban se encontraban algunas de las tradicionales de las viejas murgas nazarenas como la tan famosa ‘La casa de Coronel’ o ‘El gremio de toneleros’. A él le encandilaba esta parte del Carnaval del pueblo y precisamente hoy lo que añora es no haber podido restablecer las murgas antiguas, de estilo tan propio y tan nuestro.

Ahora bien, unas circunstancias de su labor hicieron reverdecer en él su afición al Carnaval. Después de trabajar como yesero en Barcelona, se estableció nada más y nada menos que en Cádiz, una de las grandes -sino la más- de las ciudades carnavaleras españolas. En la Tacita de Plata se comportó como mero espectador. Contempló por ejemplo las comparsas del ayamontino –de Ayamonte también gran ciudad carnavalera y además aún más semanasantera- Enrique Villegas como ‘Los Beatles de Cádiz’ o ‘Los Escarabajos Trillizos’. Pero, de todos modos, nuestro personaje no se atrevía a entrar en una chirigota aunque él, desde luego, conocía la de nuestro pueblo que tenían los hermanos Coto.

Mas bien, él en principio, lo que hizo fue montar con sus amigos de Ibarburu un coro de campanilleros en 1983 aunque su primera puesta en escena tuvo lugar en 1984. Éste es, ya lo supondrá el lector, la tan afamada campanita de este barrio nazareno. Pero, desde luego, nuestro biografiado tendría que seguir en su carrera. En 1987 va por la Ciudad Blanca y encuentra una chirigota titulada ‘Los cirujanos locos’ compuesta por Manolo Márquez, José Manuel Pichaco, Joaquín Fernández Campos –flamante pregonero de este año del 2016- Carrasco y Piñero entre otros, la cual va a ir a Cádiz. Ello hizo en nuestro amigo crecer el gusanillo del Carnaval. En las Navidades de 1987 se juntó el coro y empezaron a pensar en sacar una chirigota. Para crearla pensaron que nada mejor que llamar a Manolo Márquez para que los instruyera. Él, por cierto, era el cajilla de los ya citados ‘Los cirujanos locos’. Manuel Márquez acudió a su llamada y les hizo los pitos y les enseñó a tocar la caja y el bombo. Y nuestro amigo, que ya escribía para la campanita empezó a hacer letras para la primera chirigota, la de 1988, en colaboración con Joaquín Palma hijo.

Pero quizá y no tan quizá sea hora de dejar este pequeño trabajo, que completaremos la semana que viene, primera de Cuaresma pero que acaba con el carnavalero Domingo de Piñata, con otros retazos de la apasionante y carnavalesca vida de nuestro biografiado, de este Antonio Morales Alcocer que hoy, tres días antes del Domingo, Lunes y Martes de Carnaval, se asoma a nuestras páginas. Vale.

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