El chivatazo que llevó al cabo Coscoja a la cárcel y le obligó a renunciar a ser policía

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cabo Coscoja
Plantilla de guardias rurales y policías municipales de Dos Hermanas sobre 1948. Fila superior (de izquierda a derecha): Cabañil, Moreno, Chiquitín, Cavanoches, Rosado, Padre de “Juanillo El Tonto”, Pontoco y Rafael Cardito. De pie: Antonio el del Sanatorio, Jareto, Cabañil padre, Zurita, Antonio el aceitero, Ballesteros, Perea, Antonio Leiva, Núñez, Gabriel y Planas el Tomate. Sentados: Millán, Coscoja, Alcántara, Felipe Salcedo, Reguera, Peral y , en primer plano, Juan Morcelina, ordenanza del Ayuntamiento.

 1960 

Registraron su casa y lo acusaron de comunista. Está seguro de que ha sido por la envidia de un compañero

José Román Moreno, el cabo Coscoja, no tiene duda de que su detención se debió a un chivatazo de alguno de sus compañeros. “¡Si tú supieras quién te ha hecho esto!”, le susurraron algunos, a hurtadillas, el día que fue a comunicar la renuncia a su puesto en la policía municipal. Pero ha decidido no indagar más. En los meses que ha pasado entre rejas ha tenido tiempo de sobra para pensar. Y lo tiene claro: no desea más sufrimiento ni para él ni para su familia. No quiere que vuelva a suceder. Lo deja. A partir de ahora se ganará la vida de albañil, o de tonelero, oficios que ya ejerció antes de ingresar en el cuerpo.

Todo ocurrió el 12 de julio de 1960. En una operación a nivel provincial fue desarticulado el comité local del Partido Comunista en Dos Hermanas, que operaba en la clandestinidad desde años atrás. Hacía meses que las calles amanecían pobladas de pasquines con la hoz y el martillo, y la policía, muy nerviosa, investigaba dando palos de ciego. Pero un comunista de La Rinconada, en un descuido, fue interceptado, y se produjeron registros y detenciones en cascada. Al cuartel de la Guardia Civil de La Calzada (Sevilla) llevaron a 20 personas detenidas de Dos Hermanas, entre ellas su hermano, Manuel Román “Coscoja”, miembro de la célula comunista nazarena. Quizá por eso también irrumpieron en la casa de José, en la Plaza de Los Azores (Casas Baratas) y, a pesar del brutal e infructuoso registro sin obtener una prueba sólida, él también fue detenido y encarcelado. Allí quedaron, temblando de miedo, su esposa y sus dos hijos pequeños.

cabo Coscoja
José Román Moreno “Coscoja” con su esposa Rocío Monge Perdigones y sus dos hijos, Rafael y Valme (nacidos en 1949 y 1950).

Cuando ingresó en la policía, a José le asignaron la Plaza de Abastos. Allí era muy apreciado por clientes y tenderos. Más tarde fue ascendido a cabo. En los interrogatorios le acusaron de que en la máquina de escribir de la policía habían sido mecanografiadas octavillas comunistas. Él se defendió diciendo que no era el único que la usaba. Cierto es que, en sus turnos de noche, pasaba largas horas solo en ese despacho. Pero el régimen nunca supo quién era el infiltrado “rojo” en el Ayuntamiento. Él sí: un comercial que había estado en la cárcel y que, aprovechando que entraba en el consistorio, hacía uso de la máquina de escribir simulando que escribía facturas y pedidos. Si José fue su cómplice y hacía la vista gorda, eso nunca se demostró.

Una íntima sospecha

El ex cabo Coscoja, ya fuera de la policía, está tomándose un chato en “La Resbalaera” (calle Antonia Díaz) con su amigo “El Sordo”. Fue cantaor pero la sordera le obligó a dejarlo y ahora es betunero en el Casino. Hablan de Rafael Farina, de la temporada del Betis, de la artrosis que sufre José en la rodilla. Los meses en la cárcel le han vuelto algo más taciturno; pero hoy, entre vino y vino, le ha confesado a su amigo una íntima sospecha: ha sido víctima de la enfermedad nacional… la envidia. Algún desalmado dio informaciòn falsa sobre él. El que fue alcalde hasta 1958, Fernando Fernández, está casado con su tía Agustina, y puede que alguna vez le haya beneficiado con algún pequeño trato de favor. Por eso fue a la cárcel. Y ahora le quedan dos alternativas: vivir alimentado por el rencor o resignarse, apretar los dientes e intentar olvidar. Pide otros dos chatos.

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