Chicharito: “Soy el vagabundo más antiguo del pueblo, siempre seré gorrilla”

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Chicharito
Manuel Estirado Cebador, “Chicharito”, tiene 55 años y forma parte del paisaje urbano de Dos Hermanas. Él mismo se define como “el vagabundo más antiguo de Dos Hermanas”. En la foto, en su “trabajo” de gorrilla una tarde de estas en los aparcamientos de Mercadona.

A sus 55 años y tras 10 en la cárcel, vive en una caseta de la feria y se siente orgulloso de estar limpio de sus adicciones

Chicharito es un superviviente. Digno de compasión y admiración a partes iguales. La vida no se lo puso fácil. Ha dormido veinte años en cajeros de banco, diez más en la cárcel, le han prendido fuego tres veces, la heroína estuvo a punto de llevárselo al otro barrio como a tantos de sus amigos. A sus 55 años, nos recibe con una sonrisa, como si nada de eso hubiera pasado, como si no se lo comieran las hormigas cada noche que pasa en una caseta de la feria. Lleva a gala ser “el vagabundo más antguo de Dos Hermanas” y se jacta de ser muy querido por todos «excepto por los niñatos».

¿Por qué te llaman “Chicharito”?

Eso es un mote que me puso mi abuela porque siempre he sido muy chico y no crecía. Me tuvieron que poner hormonas del crecimiento. Yo me llamo Manuel Estirado Cebador, pero ni soy “estirao” ni estoy “cebao” (Se ríe).

¿Fuiste al colegio?

Claro, en mi barrio, en Las Ganchozas. Yo me he criado en el Bar La Jarana. Estuve hasta 5º en el Valme Coronada. Sé leer y escribir, dibujo muy bien y tengo una letra muy bonita. De niño me encantaba la cacería, fui tres veces campeón de Andalucía de tiro al plato.

¿Desde cuando vives en la calle?

Desde los 14 años. Mi madre trabajó en León y Cos. Yo la maté de los sufrimientos que le he dado por mi enganche con la droga. Se murió en mis rodillas, echando espuma por la boca, para que no me olvidara y tenerla bien en la mente toda mi vida. Mi padre se tiró por el alcohol. Cuando me quedé huérfano, mis hermanos no me recogieron.

Entonces, ¿dónde pasabas las noches?

En los cajeros me he llevado durmiendo 20 años. La gente que iba a sacar dinero se portaba muy bien conmigo y me daba algunas monedas.

Pero dormir en un cajero también te hizo muy vulnerable y te convertía en presa fácil, ¿no?

Hay gente a la que le gusta hacerme daño. Me han abierto tres veces la cabeza con un adoquín y también tres veces me han metido fuego por los pies. Me lo hacían por diversión. En “El Llano” se juntaban en una botellona 70 niñatos de Los Montecillos, El Chaparral y Montequinto, hartos de cocaína. Lo llamaban la “Operación del Tigre”. Me han prendido fuego y también me han dado palizas nueve tíos rodeándome en círculo como en una pelea de gallos, dándome patadas y grabándome con el móvil. Me han partido varias veces las gafas. Un señor de una óptica me regaló estas que llevo.

¿Cómo va tu idilio con la droga?

Me he llevado 31 años enganchao a la heroína y la cocaína. Cuanto más tenías, más querías. He sido un yonqui. También he vendido. Dejaba fiada la “maría” en los pubs.

¿Y ahora?

Llevo 14 años limpio. Solo fumo marihuana, estoy más sano que una pera. En el macuto llevo más de 100 pastillas. Son medicamentos para dormir, y para desengancharme.

Entre 2007 y 2017 se te dejó de ver en el pueblo. Las malas lenguas decían que te habías muerto…

Pues ya ves que no, esos diez años los pasé en la cárcel, entre Sevilla 1 y Sevilla 2, en Morón. Me adapté muy bien. En la cárcel hay que buscarse la vida. Empecé cogiendo las colillas de tabaco del suelo. Allí no existe el dinero. Yo me ganaba la vida con la vela.

¿Qué es la vela?

La vela es ir acumulando tabaco. El tabaco y las tarjetas para la cabina de teléfono valen más que la droga allí. Por ejemplo, yo te dejo dos cartones de tabaco y tú me devuelves tres. Los presos cobraban los miércoles. Así que ese día iban al economato de la prisión y me pagaban la vela. Yo era el único que daba vela en el patio. Me junté con 90 cartones de Camel.

¿En qué empleabas el tiempo libre en la cárcel?

Ocho años de la condena estuve de ordenanza en el gimnasio y di clases de taekwondo. Me vieron dibujar y me dijeron: “Píntame el gimnasio, rotúlamelo, que tiene las paredes blancas”. Empecé con el “Hombre de Vitrubio” de Da Vinci, lo pinté con lápiz de carbón; después pinté un ciclista, un boxeador…

¿Has visto morir a alguien?

En la cárcel a muchos. Jugabas con el parchís con uno por la mañana y por la tarde la había espichao.

¿Alguna vez has trabajado?

He trabajao de peón de albañil ahí en una obra frente al Mercadona, pero sin dar de alta.Venía el inspector y me saltaba la valla. Pero sí he cobrado ayudas del gobierno. Como no consumìa droga, me vi con un millón y medio de pesetas y me las quisieron robar.

¿Cómo te ves en el futuro?

Me veo de gorrilla, toda la vida. No valgo para otra cosa.

Se te aparece el genio de la lámpara. Pídele tres deseos.

El primero; que el que me haya hecho algo malo, que le pase a él lo mismo, ni más ni menos. El segundo, ser millonario. Y el tercero, una mujer que me quiera y me saque de esta vida.

¿Cómo te ha ido con las mujeres?

Bien, creo que tengo por ahí una hija de cuatro meses. Mi novia era una alemana, Jésery, venía de REMAR, se empezó a prostituir y yo la saqué de la droga. Estuvimos seis años juntos. Ella ha muerto de una manera muy extraña, ¿no te has enterado? Los padres se han llevado a la niña, les he escrito pero no me han contestado. También tuve una buena amiga que me venía a ver a la cárcel durante nueve años, María Teresa. No faltaba nunca a un vis a vis. Me traía 20 euros todas las semanas.

¿Cómo es tu vida ahora?

De gorrilla cojo 8 o10 euros por la mañana. Por la fresquita saco más: 14 o 15 euros. Cuando ya los tengo, entro en el Mercadona y me compro mi tabaco, mi litrona, mi comida y me voy para mi caseta de la feria. Los sábados por la tarde y los domingos no trabajo. Yo tengo mi orgullo, aunque sea vagabundo. El Chicharito no es mala gente, todo el mundo me quiere, hasta la policía.

¿Y qué haces en la caseta?

Allí no tengo luz, intento descansar, pero las hormigas se me suben por el cuerpo y no me dejan dormir. Me pican. Ojalá algún día pueda dormir entre cuatro paredes. Te dejo, canijo, a ver si me saco unos euros y me voy ya.