José Ruiz «El Tinajero», de la venta ambulante de tinajas al comercio en la calle «Pachico»

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José Ruiz

Ya jubilado, José Ruiz, rememora su infancia y recuerda la Dos Hermanas de antes

José Ruiz es natural de Dos Hermanas. Nació el 11 de enero de 1943. «Me crié y nací en la calle Echegaray, detrás de la plaza de Abastos, allí había una posada que era de mi abuelo materno y me crié allí. Mis padres, Antonia y Francisco, eran nazarenos también», explica José.

José Ruiz está casado con Ana León Gómez, Tiene tres hijos: Carmen, Ana y José Manuel; y seis nietos: Álvaro, Iván, Gema, Rebeca, Pablo y Daniel.

Indica que no tiene vinculación con ninguna entidad debido a que ha estado toda su vida volcado en el trabajo y no ha tenido tiempo para nada más. «Me levantaba, venía, cerraba y me iba para casa», nos cuenta, «esto requiere mucho trabajo y mucha dedicación».

Le gusta el cine, leer, andar, salir… «Soy muy activo, nunca me siento», se describe.

¿Cómo era la Dos Hermanas de su infancia?

La verdad es que la pasé bien porque me crié con mis abuelos. No es que fuera una personas de mucho dinero pero, como tenía un negocio, y antiguamente no había hoteles ni nada, pues la posada funcionaba. La persona que venía de Los Palacios con un burro o un mulo, o a pie, de Utrera, o de dónde fuera se quedaba en la posada. Tenía habitaciones, un salón, allí mi abuela tenía una cocina muy grande, y además de cocinar para la familia, si alguno se incorporaba se le ponía su plato o también cocinaba cosas que le traían de la calle. Eso eran las costumbres antiguas podríamos decir.

Había un afilador que venía de Galicia, se iba a la plaza de Abastos a afilar los cuchillos de los carniceros, compraba la carne en la plaza y se la traía a mi abuela que se encargaba de preparársela.

¿Cuándo se vincula al negocio de la calle San Sebastián?

Me vine a la calle San Sebastián con unos 14 años, con mi tío, Diego Rusillo Merlo, que fue el que fundó esto. Ellos no tenían hijos y me crié con ellos como si fueran mis padres, porque mis padres estaban separados. Vino con un burro desde Bailén (Jaén), después de la Guerra buscándose la vida, vendiendo tinajas y lebrillos. Vino andando y tardó una semana, desde Bailén hasta aquí hay 260 kilómetros. Y aquí se quedó. Se casó con mi tía.

Una vez que estaba aquí, la mercancía, que seguía viniendo de Bailén, se descargaba en la Renfe o venía en camiones.

¿Sólo vendía tinajas y lebrillos?

Sí, era lo que había entonces. Las tinajas tenía tres usos, hablamos de hace 60 años por lo menos,: para almacenar el agua y mantenerla fresquita para beber; en invierno se utilizaba para las matanzas; y, por último, el uso más típico de aquí, para las aceitunas.

De las tinajas viene el sobrenombre del negocio.

Los lebrillos se usaban en la cocina para todo: como fregadero, para cocinar… incluso para lavarse las personas porque no había ducha, era lo que había.

Después se empezaron a traer botijos, los búcaros, cazuelas de barro para cocinar… Poco a poco se fue ampliado el negocio. Y llevamos ya 66 años en la calle San Sebastián. Mi tío Diego estuvo antes un tiempo en otro sitio. Este sitio no era tienda, era una especie de almacén dónde primero se guardaba el burro y después la furgoneta. Somos de los más antiguos como comercios en el pueblo.

¿Cómo recuerda la Dos Hermanas de esa época?

Era un pueblo, no es como ahora. Tenía 25.000 o 30.000 habitantes. El pueblo terminaba en la carretera. En la calle Real Utrera y Calderón de la Barca, al otro lado ya era campo. Las calles eran terrizas. Las personas nos conocíamos todos porque todos éramos del pueblo, no es como ahora… Ha cambiado todo mucho, como es natural. Antes el poquito comercio que había, no es como ahora, que tenemos de todo. Aquí en la calle San Sebastián estaba la droguería de Pachico –que la calle se conoce también como la calle Pachico-, que después su hijo puso los electrodomésticos y muebles, un comercio de alimentación, la carbonería, uno de tejidos… Siempre ha sido una calle con mucho paso. La carretera está aquí al lado. Desde la N-IV antigua pasaban todos los camioneros por aquí.

Lo bueno que ha tenido siempre Dos Hermanas ha sido que el hombre ha trabajado en el campo y la mujer en la aceituna: escogiendo, rellenando, etc. Este pueblo ha sido puntero en eso. Venía mucha gente a trabajar desde Utrera, Los Palacios, muchas mujeres en el tren o como podían. Ahora se está perdiendo un poco, sólo están los almacenes que venden de forma internacional. Antes el primer negocio de Dos Hermanas era la aceituna y el campo, aquí se criaba la aceituna, de mucha calidad, la manzanilla esas que son muy verdes que son muy buenas se crían aquí; y las gordales, machacadas, están buenísimas. Aquí lo que hay es buen material.

¿Cómo ha vivido la evolución del pueblo?

Ha sido positiva. El pueblo va creciendo a un nivel muy positivo. Es un modelo de los que habrá muy poco. Tenemos la ventaja que estamos muy cerca de la capital y siempre ha sido un pueblo muy trabajador.

En Dos Hermanas hay de todo, no hace falta salir para nada. La última compra que yo he hecho ha sido un sombrero porque cuando vengo por la tarde hace mucho calor. Me junto con un amigote que vamos a tomarnos una cervecita a mediodía por el Bar Jaula, o por ahí, y se había comprado uno en Hipercor, le había costado 30 euros. Vengo yo aquí, a la calle San Sebastián, en Royre, que vende ahí bolsos, y ví uno que me gustó, siete euros. Quiero decir, no hace falta salir de Dos Hermanas para nada.

Y el Mercado de Abastos que funciona estupendamente, con muy buenos productos, viene gente de fuera a comprar, y eso nos beneficia a todos. Por aquí pasa todo el mundo.

¿Cómo fueron sus comienzos laboralmente hablando?

Mi tío empezó con el burro, después compró un carro, más tarde un isocarro y ya después la furgoneta. Y por último un camión, un Avia. Nos dedicábamos a la venta ambulante. Íbamos a Los Palacios, Utrera, Las Cabezas, Lebrija, Montellano, Puerto Serrano, Algodonares… íbamos una vez a la semana. Fuimos pioneros en el mercado ambulante porque todavía no había.

Cuando nosotros empezamos las carreteras eran muy malas, cuando íbamos a un pueblo, nos poníamos en la puerta del Mercado de Abastos. Era lo único que había no había otras cosas. Llevábamos las tinajas, los lebrillos, los búcaros… y después empezamos a meter los cubos de plástico, los barreños, los vasos y platos de Duralex y Arcopal, las ollas de porcelana, los cubiertos, los cuchillos de Arco de Albacete… Lo que traíamos y traemos de calidad a buen precio.

¿Cuándo se abre la tienda como se conoce hoy?

Mi tío se jubiló y me dejó el negocio por una renta. Cuando falleció ya me quedé con él. Hace 30 o 35 años montamos la tienda. Antes, con el almacén, también venían a comprar, en la entrada poníamos una estantería con la mercancía que traíamos. Desde que entré con 14 años y hasta la fecha no dejo de venir. Vengo todos los días, si hay que ir a algún mandado yo voy, echo una mano en lo que hace falta. Ya el negocio lo llevan mis hijos. Es la tercera generación.

¿Cuál es el secreto para llevar un negocio tantos años?

El respecto al cliente y tratar a todo el mundo que entra igual. En mi vida me he peleado con nadie. Me conoce todo el mundo. Saben que vendemos máxima calidad a buen precio. Todo producto nacional. La persona que se equivoca es la que no viene.

¿Algún sueño por cumplir?

Mi sueño es que el negocio siga para adelante. Que esto no decaiga porque es el patrimonio que tenemos.

José Ruiz indica que el comercio local está en épocas bajas debido a la venta online, a las grandes superficies y los comercios extranjeros.

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