La Madre Trinidad, un gran personaje de la Dos Hermanas de los siglos XX y XXI (II)

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Madre Trinidad

La hondura del pensamiento teológico de la Madre Trinidad llama enormemente la atención

Es tan fecunda y polifacética la vida de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia que daría para llenar muchas páginas. Hoy, voy a acercarme de nuevo a su biografía.  Es sabido que es bautizada con el nombre de pila de Trinidad del Sagrado Corazón de Jesús, lo que no es ninguna casualidad. Era hija también se ha dicho de Emilio Sánchez Claro y Josefa Moreno Rubio. Ya he dicho que pertenecía a una de las buenas familias de la burguesía de la villa, lo que, recalco, contrasta con la humildad de su persona, que tocada directamente por la Trinidad Divina, nos ha dejado un corpus teológico como ya dije de grandes quilates. Hay que decir que tenía tres hermanos, dos varones: Paco y Antonio y, una hermana, Emilia.

Es muy importante decir que la Madre estudió en dos fuentes de saber y sabiduría cristiana como son el Colegio de la Sagrada Familia de Hijas de la Caridad de San Vicente y la escuela de Costura de María Muñoz Carballido, hermana que fue del sacerdote don Manuel Muñoz Carballido. La Obra siempre ha tenido en gran estima a las Hijas de la Caridad y su colegio. 

Hoy, en el colegio nazareno, vive mi tía Sor Valme Alonso Muñoz, compañera que fue de la Madre. También hay que decir que mi tía Ana María Alonso Muñoz, maestra, pertenecía también al Instituto Secular Alianza en Jesús por María, como lo fue la Madre. Las Aliadas -como se las conoce- tuvieron una época de esplendor en nuestro pueblo.

Y muy importante es la víspera de la Inmaculada, 7 de diciembre de 1946. Las campanas de Santa María Magdalena repicaban anunciando al  pueblo la festividad  de la Purísima. En un abrir y cerrar de ojos, en un momento tan sencillo como el de encontrarse nuestra protagonista algo único, maravilloso, sorprendente y avasallador. Los panegiristas de la Madre dicen que todo ello se hizo sentir en lo hondo del alma de aquella joven abierta, simpática y feliz. Y luego vienen unas palabras muy fuertes, de una gran hondura teológica: ¡Era el Dios de terrible majestad y ternura infinita  que pasaba llamando a su “puerta”!

Y conviene ver las palabras de la Madre Trinidad sobre sus experiencias y esta primera llamada. Pasó de la vida normal de una joven, a pasar por la experiencia  de un encuentro con Dios: “De mi vida anterior- dice ella- sólo me queda  como un recuerdo sombrío. Tenía entonces lo que una muchacha de mi edad podía apetecer. Pasaba la semana esperando con ilusión las tardes del domingo y los años transcurrían aguardando la fiesta de Santiago y la romería de Valme. Después de tantos preparativos de tanto soñar con la fiesta, de tanto trajín, se resolvía todo en un pasar veloz qué sólo dejaba vacío en el alma, cansancio en el cuerpo y la tarea de volver a empezar para de nuevo recoger lo mismo”.

Y vienen otras palabras de gran fuerza teológica, de una gran hondura que muestran el calado de la relación  entre la Madre Trinidad y el Esposo: “Aquel 7 de diciembre fue como el surgir repentino de una pujante primavera que repletó mi vida de luz y puso un colorido nuevo en todo cuanto me rodeaba. El Amor infinito se me puso delante, y como si dijera “¡Tienes necesidad de amor y ser amada?¡Yo soy el Amor infinito!¿Tu corazón está sediento de felicidad? ¡Yo soy la Felicidad, la Belleza, el Poderío, la Perfección Eterna!” Y desde aquél día, mi alma vive en la llenura de todas sus apetencias, infinitamente desbordada en sus ansias de ser y de poseer”.

Yo que tengo unos conocimientos básicos o no tan básicos sobre Teología -mi diplomatura a distancia constaba con 31 asignaturas de Teología y 18 de Pedagogía Religiosa lo cual me costó mi esfuerzo- pero, en fin, mi trabajo me costó sacar esta titulación la cual hice con el amor que se puede tener a unos estudios cuyo centro era la Divinidad. Pues bien resaltaré con mis cortas luces como las palabras de la Madre, sencillas -Ella que ha sido capaz, sin dudarlo alguna de palabras teológicas mucho más elevadas, bastante subidas al empíreo- lleva con sus palabras al católico sencillo, al fiel de a pie, al feligrés de una parroquia de las muchas y muchísimas que llenan el orbe católico.

Y  quiero, además, en estos artículos, que intentan retratar la vida de la Madre Trinidad con las correspondientes glosas y comentarios lo cual es propiamente en este caso nuestro  trabajo.

Los componentes de la obra resaltan mucho que, siendo mujer, haya fundado una Obra en la que se integran sacerdotes, hombres o mujeres consagradas, matrimonios, jóvenes de uno u otro sexo, personas mayores y niños.

Aunque si puede parecer difícil existe asociaciones de todas formas y tipo. De todas formas la Obra de la Iglesia parece, se me va a permitir la palabra, exótica.

Y la Madre Trinidad dio un salto y pasó a la Villa y Corte, esa Villa de la que es patrona la Almudena, esa Corte de la que es patrona la de Atocha y esa patrona del pueblo llano que es la Paloma. Su hermano Paco se había trasladado allí y allí lo siguió ella. Y en Madrid rebosa la Madre. A mí me parece que Dos Hermanas le vendría chico a su espíritu henchido del Criador. 

Sus hijos cuentan que en la Villa y Corte a partir de l8 de marzo de 1959, Dios rompe con fuerzas los moldes de aquella vida oculta. Y suena lo que viene a experiencia sagrada, a inundación de los piadoso, lo sacro en suma. Torrentes de luz, cataratas de sabiduría en vivienda profunda, impulsos incontenibles para contar y cantar las hazañas del Señor en las puertas de las Hijas de Sión.

Y a mí me llama la atención el lenguaje teológico de la Madre, mujer de pocos estudios pero que consigue con la ayuda del Espíritu Santo mostrar una teología caldeada en el Amor a Jesús Sacramentado.

Y la Madre también llama la atención por los innumerables obstáculos -era al fin y al cabo sólo una chica acomodada de pueblo- que tuvo que solventar. Pero ella se lanzó a crear la Obra de la Iglesia, una legión de cristianos de las que hablaremos posteriormente por su importancia en la vida de la Madre y en la vida de la Iglesia a la que tanto ama la Madre, hasta el punto de darle su nombre la Iglesia cuando muchos fundadores han dado otro nombre cualquiera a una congregación como por ejemplo los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores -los Frailes-, las Dominicas del Santísimo Sacramento -las de Santa Ana-, las  Religiosas de Nuestra Señora de la Compasión -Compasionistas-, aparte otros cientos más.

Y a mi me impacta especialmente la frase: “Gloria para Dios, solo eso lo demás no importa, no cuenta, es intrascendente”. Me llama la atención cómo no podía ser todo la importancia de Dios que era el que todo lo llenaba.

Y me parece muy unido el espíritu del Vaticano II con el espíritu y las intenciones de la Madre Trinidad. Y se relacionan ocho puntos del último concilio Vaticano II.

Es muy importante que se pone la puesta de la Teología, en  toda su hondura y riqueza al alcance de todos. Y quiero nombrar que se cita ante todo  a las personas más humildes y marginados culturalmente.

Al mismo  tiempo, lo que considero muy propio del concilio,  se capacita y promociona a los seglares para que asuman su papel de miembros vivos y vivificantes del Cuerpo Místico:  por una parte, llenándoles sus más profundas, sus más hondas exigencias de vivir plenamente su realidad de cristianos, y lanzándoles, por otra, a cargar sus responsabilidades apostólicas en los variadísimos campos y de las maneras tan ricas que le pertenecen.

No soy muy partidario de un iglesia clericalizada. Aunque me he criado en una familia con numerosos religiosos, tanto en la rama paterna como en la materna,  soy partidario de una Iglesia donde el clero sirva más que ordene. De todas formas tiendo a obedecer a los sacerdotes de manera de manera compulsiva, es decir, todo lo contrario. Y, precisamente, la Obra de la Iglesia es una Institución donde no parece que los sacerdotes ejercen un mando evidente. Se ve en cambio muy evidente el papel de los seglares. La Madre tiende y pide a la renovación de la vida del sacerdote, solución de los  problemas de la identidad sacerdotal en medio de una laicado consciente de su quehacer  en la Iglesia y que reclama al presbítero que le devuelva actividades que le son propias formación permanente, vida en familia, etc. etc.            

Y, tras estas palabras dedicadas  a los sacerdotes, acabo pues con este capítulo sobre la vida y obra de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia.