Luis Franco:“Mi padre ponía la guitarra sobre dos arcas para que no cogiera humedad”

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Luis Franco
Luis Franco en el cruce de Los Cuatro Cantillos.

A sus 87 años sus dedos todavía despiertan a la música. Ha compartido escenario con los artistas más famosos. Hoy nos cuenta algunos recuerdos

Transita por Dos Hermanas, con su bastón, diciendo adiós a uno y a otro, aunque a veces no sabe a quién saluda. Mas no es por falta de memoria. De esa anda sobrado Luis Franco Basilide. Son alumnos a los que les ha dado clases de guitarra, tantos y durante tantos años que se le olvida alguna cara. Lo que tiene grabado a fuego es su impresionante carrera sobre los escenarios de España, Portugal, Inglaterra, Francia y Marruecos. Ha acompañado con su guitarra a gigantes del flamenco y la copla: Pepe Marchena, Antonio Molina, Manolo Escobar, Rafael Farina, la Niña de La Puebla, Enrique Montoya y muchos otros. Su grandeza no sólo está en los dedos que acarician las cuerdas de su guitarra. Es mayor aún su humildad. No se cree nadie, a pesar de ser el guitarrista que se rifaban los grandes.

Luis Franco
Con Antonio Molina, La Galleguita y Manolo Escobar en Benidorm en 1971. Dos años después, en 1973, Luis se traería a Molina al Bar Loreto a tomar una copita.

¿Quién te enseñó a tocarla, Luis?

Aprendí solo, de pequeño. Fui autodidacta. Me iba a tocar con el padre del Alpiste, Joselito, que era paralítico. Mi padre tenía una guitarra que no me dejaba tocar. La tenía guardada en un estuche de cartón y la metía bajo la cama apoyada sobre dos arquitas para protegerla de la humedad. Mi padre era zapatero, pero no remendón, Hacía zapatos nuevos. Pero le daba a la guitarra. No había entonces banda en el pueblo, y se juntaban 12 o 14 en La Sagrada Familia y él tocaba la caja. Por esa guitarra le ofrecieron mucho dinero, pero no la vendía por nada del mundo. Y con el tiempo pasó a mí y a mi hijo, Paco Jarana, que también es guitarrista. Mi nieto Adrián también la ha tocado alguna vez.

¿Esa es la guitarra del marqués de Torrenueva?

Sí, mi abuelo, José Franco, que era mulero, trabajaba allá por 1905 de capataz en la Hacienda Mateo Pablo (en frente de El Nevero), propiedad del marqués de Torre Nueva. Este señor organizaba concursos de cante entre los trabajadores de la finca, con un premio de cinco duros para el ganador, y mi abuelo acompañaba con la guitarra. Una vez, en una cacería, hirieron accidentalmente al hijo del marqués y mi abuelo le rompió la camisa para taponarle la herida, aunque acabó muriendo. Tanto apreciaba el señorito a mi abuelo que le regaló la guitarra. Es esta que ves. Una Santos Hernández de 1922. Una joya.

También se enamoró de ella “El Cordobés”, ¿no?

Sí, eso fue en una fiesta en Barcelona después de una actuación con Pepe Marchena, en 1967. El torero quería tocar, le dieron dos o tres pero no le gustaban. Le di la mía y le dije: “Manolo, ten cuidao que vale más que un Miura”. Y después de dar unos rasgueos, dijo: “Sin ninguna duda, con diferencia, esta es la mejor”. Por cierto, que en aquella fiesta acabó tirándose a la piscina totalmente vestido, muy propio de él.

¿Recuerdas cómo fueron tus comienzos?

La primera vez que toqué en público fue aquí en el Cine Español de Dos Hermanas con Francisco Rueda, que cantaba fandangos con 12 o 13 años. Pero el primer artista de verdad al que le toqué fue a El Rerre, que estaba casado con una nazarena. Siempre me quise ir de aquí para tocar fuera. Había tres matrimonios (uno era el de Consuelo Pavón “La Verduga”) que iban a cantar por los pueblos y me llevaban con ellos. Montaban un teatrillo con un escenario, actuábamos y nos íbamos. Castejón, el sastre, me hizo un traje, aunque mi padre no quería que yo me dedicara a esto.

En unos días, el 12 de diciembre, cumplirás 87 años. Has sacado de la cartera esta foto de 1954, en la que estás con La Niña de Huelva. ¿Qué recuerdos te trae?

Era un espectáculo que se llamaba “Andalucía Canta”. Ibamos más de 20 artistas en un circo con los hermanos de Pinito del Oro, Marchena, Niña la Puebla… y estuvimos en una tourné cuatro años por España, Francia y Marruecos. De vez en cuando me daban un mes de descanso y me venía a Dos Hermanas. El que más ganaba era Emilio el Moro: mil duros diarios. Yo ganaba 30 duros.

Luis Franco
Una de las primeras actuaciones de Luis Franco, junto a La Niña de Huelva (en Baeza, 1954).
Luis Franco
25-7-1974. Cumpleaños de la hija de Perlita de Huelva en La Línea, tras una actuación en la feria. Luis Franco, a la izquierda, aparece con un puro. Tras Perlita (sentada), Gabriel Moreno (con melena), Juanito Valderrama, Porrina de Badajoz (con gafas), Manolo Alegría, Rerre y Juanito Maravilla.

¿Quién ha sido el artista más grande con el que has trabajado?

Sin duda Pepe Marchena. Ni leía ni escribía, pero ¡cómo cantaba! La casa de discos le mandaba una montaña de tarjetas, y yo, que aprendí a leer en el Ave María, se las firmaba: “Con simpatía, Pepe Marchena”, ponía.

O sea, que el que tenga una dedicatoria de Pepe Marchena puede que sea una de las que escribiste tú.

Pues sí, porque él era analfabeto. Pero como artista era el más grande.

¿Qué te pasó con Pepe Marchena en Francia?

Un día me llamaron de Madrid al teléfono de la Huerta Curao, que era el más cercano al Barrio Jarana. “¿Quieres venirte mañana a Madrid, que nos falta uno?”, me preguntaron. Me fui y empecé a trabajar con Marchena. En Francia venían a vernos a miles los españoles exiliados. Una vez, en Marsella, al empezar la función, el presentador presentó a Manolo el Malagueño y añadió: “Y a la guitarra, Luis Franco”. Uno del público gritó “¡Muera Franco!” y se creó un ambiente muy tenso. Al terminar, Marchena me dijo: te vamos a cambiar el apellido, no te puedes llamar Franco.

¿Y qué nombre te puso?

Ninguno, aquello no se volvió a repetir y se olvidó de aquello. Con Luis Franco me quedé.

¿A Lola Flores también la conociste? Te veo aquí en una foto con ella.

Sí, nunca le toqué en un escenario pero hemos estado juntos en muchas fiestas. Esa foto es en Valencia. Tras actuar en el teatro, Lola se iba con el Pescaílla (que no era todavía ni su novio), su hermana Carmen y todos sus artistas, como Rafael Farina, a una sala de fiestas, y allí coincidíamos y hacíamos nuestras fiestas. En esa foto se ve a Coque, el futbolista del Atlético de Madrid que después se fugó con ella a Méjico. Tenía unas grandes broncas con Lola porque se ponía escotes muy provocativos y a él no le gustaba.

Luis Franco
Nochebuena de 1956 en la Sala Mogambo (Valencia). Entre otros, vemos junto a Luis a Rafael Farina. En la mesa, Lola Flores; y, en el extremo derecho, su amante, el jugador del Atlético de Madrid Coque, que se fugaría con ella a Méjico (estando casado) provocando un gran escándalo.

Con Antonio Molina sí que estuviste muchos años, ¿no?.

Sí, y tuvo un detalle conmigo que jamás olvidaré. Estando en Toledo me llamaron de la Huerta Curao: mi padre, que tenía 81 años, se estaba muriendo. Antonio llegó de Madrid en su Dodge, con su chófer, y me encontró llorando. Y me dijo: “Suspendemos la función y nos vamos para Sevilla ahora mismo”. Le dije que no, que nos iríamos después de actuar y así se cobraba. A las 3 de la mañana había un vuelo Madrid-Sevilla pero no quedaban billetes. No sé cómo lo hizo, pero Antonio entró al aeropuerto y vino con un billete en la mano. Cuando llegué a Dos Hermanas, mi padre todavía estaba vivo. Me miró, y me conoció antes de cerrar los ojos.

Todavía se emociona al recordarlo. Su voz tiembla y se le escapa una lágrima. Es un hombre sencillo, sensible, buena persona. Se acuerda de su esposa, la bailaora Tudy Fernández, fallecida recientemente. Se recompone y sigue tirando de recuerdos. Si uno no tiene prisa, Luis tiene cuerda para rato. Me habla de sus apariciones en TVE con Perlita de Huelva; de La Esmeralda, con quien grabó varios discos al final de su carrera. Enciende un puro, sin tragarse el humo. Saca su guitarra. Sus dedos no han olvidado. Ágiles, vuelan sobre las cuerdas y despiertan a la música. Se apaña bien Luis. Vive solo, aunque en continuo contacto con sus 4 hijos. El Ayuntamiento le ha homenajeado poniendo una plaza a su nombre. Lo dejamos por hoy echando un dominó con sus amigos, en la Peña Sevillista. Gracias, Luis. Eres único. Como dice su amigo Miguel: “¡A Luis hay que quererlo a la fuerza!”.

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