Navas: el carpintero que se hizo fotógrafo y retrató la Dos Hermanas de posguerra

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Navas
Navas y su esposa, Rosario Gutiérrez, con sus amigos Herminia Cotán y Manuel Franco en la Feria de Sevilla.

 1957 

En 1938 se percata de que los nazarenos debían ir a Sevilla si querían una foto y monta en la calle Real el primer estudio

Algún día tendré que retirarme, piensa Miguel Navas mientras se acerca con su bici a la puerta de Pensión Adela, desde donde emanan los efluvios de un puchero. “¿Me has guardao picadillo, Adela?”. Adela sonríe con complicidad, deja el ganchillo, se levanta y le da a Miguel el plato de picadillo que le ha reservado.  “¡Qué mujer más trabajadora y qué bien cocina!”, se dice para sí. 

Hace 12 años, en 1945, cuando murió de una pulmonía el marido de Adela, Juan Miguel Rivas, hubo quien le dio el pésame a Navas. El aclaró que su querido vecino no le tocaba nada, aunque compartieran apellido. Él se llama Miguel Navas Rivas, pero de los Rivas de Puente Genil, donde vino al mundo en 1902. Curiosamente, también se apellida Rivas quien hasta hace poco era su discípulo, Manuel, aunque todos en Dos Hermanas lo conocen como “Margarito”, por ser el único varón que tuvo su madre, Margarita. Justo hace un rato se lo ha encontrado, cámara en ristre,  haciendo retratos a unas rellenadoras de León y Cos y se han dado un abrazo. Margarito se casó hace cinco años, en 1952. Lo quiere como a un hijo. Huérfano de padre (su padre, repartidor de pescado, murió en un accidente en Barranco teniendo él un año), Navas lo acogió como aprendiz cuando vino pidiendo trabajo. 

Llega a su casa y, antes de entrar,  observa en el escaparate las fotos que hizo en el último Valme. “A ver si las cambio por otras más nuevas”. Besa a su esposa, Rosario, y a su hija, Ana María, causante de que el matrimonio se mudara en 1938 del sevillano barrio de Santa Cruz a Dos Hermanas. “La niña necesita menos humedad y más sol”, les dijo el médico. Y así fue como llegaron los tres al pueblo del que ahora se sienten parte. 

Del martillo al magnesio

Durante ocho años, Miguel fue a diario en bicicleta de Dos Hermanas a Sevilla para trabajar en su carpintería, en la calle Argote de Molina. Con fino olfato para el negocio, percibió que no existía aquí ningún estudio fotográfico. Los nazarenos que quisieran un recuerdo de su boda debían ir a Sevilla. Aficionado a la fotografía desde que hizo la mili, instaló un estudio en su casa. Por las tardes, cuando volvía de la carpintería, realizaba fotografías de comunión, bebés, parejas de novios… negativos que él mismo revelaba de forma autodidacta. Todavía se topa por ahí con las placas de polvo de magnesio y una cámara que construyó a partir del lienzo de un viejo cuadro. 

Navas
Sobre en el que entregaba los revelados.

En 1946, comprobando el éxito de su iniciativa, Navas decidió dedicarse por completo a la fotografía. Dejó la ebanistería a sus siete trabajadores y estableció su estudio en el 42 de la calle Nuestra Señora de Valme, justo dos casas más allá de la suya propia.

Tras el almuerzo se ha quedado rumiando la idea que le reina desde hace tiempo. Tiene 55 años y ya hay varios jóvenes fotógrafos en Dos Hermanas a los que ha ayudado en sus comienzos pero que ahora son competencia. Está algo cansado. Hoy por poco se cae en Los Frailes, al subirse a una ventana para hacer una foto desde arriba. Quizá tenga que ir pensando en dejarlo. Pero no sabe cómo. Esta misma tarde ha quedado con el párroco, Ruiz Mantero, que quiere hacer una foto para el periódico “Adelante”. Llaman a la puerta. “¿Está Navas? Es para un retrato”, pregunta alguien. “Pase”, dice él. Mañana seguirá pensando…

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