Nekane: la vasca, nieta de un fusilado en el 36, obsesionada con encontrar sus restos

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Nekane

Su abuelo Antonio Expósito, al que no  conoció, yace en la fosa del cementerio de Dos Hermanas. Ella prometió a su padre antes de morir darle digna sepultura

Su nombre es Nekane Expósito Juaristi. Lleva el mismo apellido que su abuelo, el nazareno Antonio Expósito Pérez, al que no conoció porque fue fusilado el 21 de agosto de 1936. Cuando quedamos para esta entrevista, viene “de poner seis velas en Barranco, junto a la portada de la Hacienda Doña María, donde se ejecutaban los fusilamientos”.  

Hasta hace dos años, Nekane no sabía colocar a Dos Hermanas en el mapa. Sí sabía que su abuelo era de aquí. Pero desde 2021 viene con frecuencia a las reuniones de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. La mueven una promesa, una obsesión y un amor. “La promesa”, explica, “se la hice a mi padre, Juan José Expósito García que, tras hacer la mili y obligado por el hambre, emigró al País Vasco, donde encontró trabajo y formó una familia. Tras décadas de silencio, en las que apenas mencionaba a su padre (muerto cuando él tenía cinco años), un día recibió una llamada, en la que le decían que Antonio Expósito aparecía en una lista de fusilados en Dos Hermanas. Me dijo, apenado y enfermo, que él ya no podía encontrarlo, y yo le dije: “Tranquilo, lo encontraré yo”. En 2015, mi padre falleció, y encontrar a mi abuelo se ha convertido en mi obsesión. Poco a poco voy descubriendo más cosas de él y le quiero como si le hubiera conocido. ¿Cómo puedo querer a alguien a través de una simple fotografía?”

Documento a documento

Esta guipuzcoana de Bergara intenta, con constancia y paciencia infinitas,  reconstruir la vida de su abuelo, y se ha llevado varias sorpresas. “Imaginaba que su cadáver estaría bajo una cruz o en una cuneta, pero no en la fosa del cementerio de Dos Hermanas, donde parece que se encuentra junto a otros cientos de fusilados”.

Aunque su vida profesional ha transcurrido como enfermera de urgencias, ahora tras su jubilación ha desarrollado excelentes dotes como detective. Ha aprendido a moverse por registros civiles y archivos municipales siguiendo el rastro de su abuelo. “Nació en la calle Rivas el 14 de marzo de 1893. Once días después fue bautizado en Santa María Magdalena. Sus padres eran Olimpio Expósito, de origen portugués, y la nazarena Dolores Pérez Barrera”. Ha averiguado, además, que Antonio se casó en 1922 con la nazarena Dolores García Barbero, ocho años menor, y que en 1931 el matrimonio aparece empadronado en Almadén de La Plata, donde él regentaba una herrería. “Mi abuelo era calderero”, explica. “Iba por los pueblos de Sierra Morena con una burra vendiendo barreños, ollas y objetos de lata que él mismo fabricaba. También sé que tocaba el acordeón y que, como mi padre, tenía el mismo pronto, el genio de la gaseosa”. 

En 1936 el matrimonio abandona Almadén con sus seis hijos y se instala en Triana. “Pero mantuvieron el vínculo con Dos Hermanas”. Es lo que infiere Nekane al saber que “los sepultureros de Dos Hermanas, al ver su cuerpo tiroteado en la mañana del 22 de agosto, lo reconocen y exclaman: “¡Es Antonio el Calderero!”. 

“Hay una pregunta que me hago y no me deja dormir”, continúa Nekane. “Si, como me consta, mi abuelo no tenía militancia comunista ni antecedentes penales, ¿por qué lo detuvieron y lo fusilaron? En el certificado de defunción, firmado por el juez municipal Joaquín Pérez-Tinao, el motivo de muerte que aparece es “a consecuencia de la Aplicación de Bando de Guerra”.

¿Comunista o chivatazo?

Por lo que ha averiguado en Almadén, Nekane sospecha que su abuelo pudo ser objeto de una cruel venganza. “Una vez le hicieron un encargo para fabricar en lata el emblema de los comunistas: la hoz y el martillo. Esto llegó a oídas del secretario del Ayuntamiento, que le tenía envidia por algo, y que dio el chivatazo a la Guardia Civil. Creo que esa es la causa de que en 1936 se vinieran a Triana. Mi abuelo se olía lo del chivatazo, y viendo que en Almadén lo podían detener, se vino para acá al calor de su familia, pero no sirvió de nada”.

Nekane piensa que, cuando fue capturado, podría estar con su familia, porque su mujer y sus hijos pasan unos días en casa de la hermana de Antonio.  “Mi padre pasó mucho tiempo sin poder ver el uniforme de la Guardia Civil. Le recordaba al olor a sangre”, relata, “lo que me lleva a pensar que si lo mataron por la tarde, igual la esposa y los hijos estuvieron toda la noche con el cadáver, porque el camión con el remolque que recogía a los fusilados y los echaba a la fosa pasaba por la mañana”.

Esperando la exhumación

Al margen de las conjeturas, y mientras solicita nuevos documentos, Nekane está a la espera de que se realice en breve el perimetraje de la fosa, primer paso para la futura exhumación de los cuerpos. “Fui la primera en dar mi prueba de ADN. Informé a mi familia, pero nadie se ha interesado ni le ha puesto flores. Ni a mi hijo ni a mi madre (que tiene 95 años) les ha gustado que yo me ponga a remover tumbas. He llegado a la conclusión de que lo haré sola”. 

Le pregunto a esta señora incansable qué hará si un día le entregan los restos de su abuelo. “Sé lo que haré. Llevaré las cenizas a un sitio donde él fue feliz. Ya bastante cementerio ha chupado”.

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