Rueda: el nazareno que emigró a Cataluña y suspiraba por regresar a casa

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Rueda
Francisco Cotán Díaz, conocido como “Rueda”, con sus hijos Francisco y Juan Manuel, soplando la tarta de su 86 cumpleaños. Falleció un año después, con 87 años, el 23 de julio de 2019. Desde septiembre de ese año sus cenizas reposan en Dos Hermanas.

En la Venta Vega se codeó con Caracol y Antonio Mairena. Dio la vuelta al mundo de camarero en un crucero y regentó el popular bar “El Boquerón de Plata”

No murió de nostalgia, pero casi. Aquel día de 1976 en que, con su mujer y sus dos niños, cerró su piso en El Amparo y puso rumbo a Cataluña en su Seat 850 matrícula SE-7379-A, Francisco Cotán Díaz no sospechaba cuánto iba a echar de menos Dos Hermanas. Tras noches en la gasolinera, tantas idas y venidas, iba ilusionado con una vida mejor para su familia. Y la tuvo. En El Prat le ofrecían un buen trabajo y vivienda. Estuvo cinco años con la idea de regresar, pero se ganaba el doble y, como tantos nazarenos que emigraron, solo regresarían ya por vacaciones. Eso sí: en 1991, en cuanto nació su primera nieta, la llamó Valme. Fue la primera Valme registrada en Cataluña. 

El mote lo heredó de su abuela

A Francisco siempre se le conoció por el “Niño Rueda”. El apodo lo heredó de su abuela materna, a la que un día la pilló un carro y se le quedó el mote. Nacido en 1931, estudió, como todos los niños nazarenos de aquella época, en las Escuelas del Ave María.  Travieso como pocos, un día Ana , su madre, lo vareó a alpargatazos cuando, con un mono azul recién estrenado,  se fue a La Corchuela a coger piñas y arrastró el cuerpo por el tronco destrozando su única prenda.  

Lo que ganaba su padre, Manuel, en el campo, no daba para alimentar a los cinco hijos, así que Francisco, que era el mayor, tuvo que arrimar el hombro desde corta edad. De forma esporádica vendió alpargatas, aunque su primer trabajo remunerado fue en el taller de tonelería de León y Cos. Si iba a ver a su Betis y no le alcanzaba para el billete del Amarillo, se encaramaba a la baca por la escalerilla.

Y se enamoró del flamenco

O ya llevaba en vena el flamenco o es que bebió de buena fuente. Lo cierto es que, al empezar a trabajar de camarero en la Venta Vega y en la Venta Marcelino, donde paraban muchos cantaores, el Niño Rueda empezó a arrancarse por soleares de Triana, seguirillas y rondeñas, asombrando con su voz y pureza a los aficionados. La compañía no era mala: alli hizo amistad con Talega, Caracol, Antonio Mairena. Se hizo íntimo de Antonio Núñez “Chocolate”. Los señoritos le llamaban para cantar, iba de una venta a otra. Su fama le llevó a hacer una incursión en el Gran Circo Price, pero tuvo que abandonarlo por ser menor de edad. Acompañado a la guitarra por el Alpiste, subió a muchos escenarios. De él dijo Antonio Romero, el de Los del Río, que tenía “la voz más flamenca, sin ser gitano”. Pero aunque el flamenco fue siempre su seña de identidad, aquello no daba para comer. Y un buen día se montó en un barco. 

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Cantando en una bodega con Los del Rio, a los que en uno de sus discos acompañó como palmero.
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Rueda en una actuación flamenca.

Tres vueltas al mundo

Cuando Rueda se embarca como camarero en los transatlánticos de la Naviera Ybarra, ya se había casado (en 1960) con Carmina Bejarano, una bella coriana de la que se quedó prendado en una fiesta en Los Palacios. En el “Cabo San Roque” y en su gemelo, el “Cabo San Vicente” (ambos navíos con capacidad para 820 pasajeros), Rueda dio hasta tres veces la vuelta al mundo en cruceros que embarcaban en Cádiz o Barcelona y tenían como destino o escala Buenos Aires, Río de Janeiro, El Cairo o Beirut. Entre crucero y crucero disfrutaba de algunos días para descansar en casa, aunque no tuvo la suerte de ver nacer a sus retoños. En agosto de 1961, un telegrama enviado a Argentina le informó del nacimiento de su hijo Juan Manuel, y el de Francisco, dos años después, le pilló en Estambul. Aprovechó para traerse en un bote agua del río Jordán, con la que bautizó al niño a su regreso.  

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Subido a un camello en las pirámides de Egipto junto a sus compañeros de crucero, aprovechando una parada del barco en El Cairo.

A bordo de esos cruceros vivió infinitas anécdotas. Conoció a Marisol en el rodaje de la película “Rumbo a Río” y fue el encargado de entregar un ramo de flores de bienvenida a Doña Sofía cuando hizo con el futuro rey Don Juan Carlos I su viaje de luna de miel.

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Con el ramo de flores de bienvenida a Doña Sofía al subir al transatlántico en su viaje de luna de miel con Don Juan Carlos.

Contaba Francisco que una vez, caminando por El Cairo, se encontró de frente a un paisano de Dos Hermanas. Se abrazaron de alegría, aunque los miraron mal porque ese gesto no estaba muy bien visto en Egipto.

El Boquerón de Plata

Tras casi siete años surcando los mares, Rueda regresa a Dos Hermanas para regentar dos bares: primero el de la Peña Bética, en Villa Pepita, y seis años después se hace cargo del popular “El Boquerón de Plata”, en la calle Portugal. Rueda baldeaba el suelo de tierra y colocaba decenas de veladores, que se extendían hasta la calle El Ejido. Allí confluían muchos aficionados al cante flamenco, amigos de Rueda. Cuentan que el padre de Isabel Pantoja vino un día a decirle que tenía una hija que apuntaba a figura. Y que se formó un gran cachondeo entre sus parroquianos porque estuvo dos años conduciendo sin carnet, porque suspendía los exámenes. 

Y así, con su innata simpatía, tres camareros en barra y Carmina, su esposa, sacando desde la cocina sus famosas tapas de pollo y pajaritos fritos, “El Boquerón de Plata” se convirtió en un punto de referencia para el tapeo en Dos Hermanas y un lugar habitual de encuentro. Era punto de salida de muchas excursiones, ya que el bar abría a las 4 de la madrugada para dar desayunos.

Finalmente, la dueña del local les subió el alquiler, Rueda dejó el “Boquerón de Plata” y, siempre incansable,  se buscó la vida en otros oficios. Se coloca de viajante o corredor en el almacén de aceitunas de Cabezuelo Hermanos, trabajo que alternaba acudiendo como camarero fino a bodas y banquetes. Por último, antes de partir a Cataluña, estuvo contratado repostando en la gasolinera de Postigo.  

 Un hombre sin enemigos

Y es aquí cuando volvemos al comienzo de esta historia, cuando Francisco recibe la llamada de su cuñado Carlos, hermano de su mujer, ofreciéndole un trabajo bien remunerado en Cataluña. En menos de 15 días estaban los cuatro cruzando Despeñaperros. Trabajó en un bar y en una empresa química de Bayern. Y como la cabra tira para el monte, al jubilarse siguió haciendo lo que más le gustaba: en la “Casa de Andalucía” de Barcelona acudía a las tertulias flamencas. También se dejaba caer por la Peña Antonio Mairena de Hospitalet. A Rueda le gustaba sentirse escuchado. 

Como pudo sobrellevó la nostalgia por su tierra. Cada vez que podía venía a Dos Hermanas (incluso cuatro veces al año) y los veranos los pasaba en Chipiona. Cuando fue a operarse, yendo hacia el quirófano tenía a todos riéndose a carcajadas con chistes y ocurrencias. 

Así fue Rueda: una buena persona, un trabajador incansable, un hombre sin enemigos. Falleció el 23 de julio de 2019 a los 87 años.

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