San Sebastián o el supuesto patrón de nuestra ciudad de Dos Hermanas

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San Sebastián

Nuestros mayores siempre dijeron que era el patrón de nuestro pueblo

Sebastián, ínclito mártir del Divino Salvador por patrono te invocamos Abogado y Protector. Cuarenta y dos son los cofrades de esta Santa Cofradía, el Santo San Sebastián les de la salud cumplida. Y el que no es cofrade del Santo Bendito ni canta alborada ni come cabrito”. Así, cantan la alborada los cofrades de San Sebastián en honor del Santo, en el pueblo de mis mayores, de mi familia paterna, de mi padre, en suma, en Puerto de Béjar, provincia de Salamanca y obispado de Plasencia, diócesis que conserva dos arciprestazgos en la provincia salmantina, Béjar, al que pertenece Puerto y Fuentes de Béjar.

Pero, no sólo es grande la devoción de San Sebastián en el pueblo de mis mayores por parte de mi padre sino que se extiende por todo el orbe católico, sobre todo, por la protección que se le atribuye junto a San Roque hacía las epidemias de peste. Hoy, desafortunadamente, estamos pasando una cruel pandemia y necesitamos la intervención de todos los santos. Aparte de María, la Mediadora, la Guebirah mesiánica, no está de más encomendarse a todos los santos, que, en la presencia del Creador pueden rogar por nosotros. Yo, por ejemplo, desde siempre, le tengo una gran devoción a esa sencilla hermana de la Cruz que, a pesar de provenir de una familia adinerada, a los ojos del mundo, entró en una congregación de estirpe franciscana, pues, siguen el estilo del San Francisco, el Serafín de Asís, tan austera y tan sevillana como las Hermanas de la Cruz. Me estoy refiriendo, a esa gran general de esta Compañía que fue Santa María de la Purísima. Mas vuelvo a San Sebastián. Es patrono de innumerables localidades. A vuelapluma, se me ocurren Albaida del Aljarafe, Brenes, Cantillana, Fuentes de Andalucía, Huelva, Lora del Río, Los Palacios y Villafranca de la Marisma, Marchena, La Puebla del Río. Tomares, etc. etc. Pero, hay que preguntarse si lo es también de nuestra querida Dos Hermanas.

Ciertamente, nuestra patrona oficial es Nuestra Señora Santa Ana y lo es desde tiempo inmemorial. En el siglo XIX, y está estudiado, hubo un intento de que fuera patrona la Virgen de Valme y, airadamente, se opuso la hermandad de Santa Ana. Está estudiado. Se llegó al consenso de llamar a la Virgen protectora, guardando el título de patrona para su Bendita Madre, como la llama su rosario de los martes, que frecuenta la piedad de los nazarenos, sobre todo las mujeres. A la Virgen, también, se le llama, como es sabido, patrona del Excelentísimo Ayuntamiento y, además, tiene la medalla de oro de la ciudad, impuesta el 14 de octubre de 1995, víspera de la romería, por el señor alcalde don Francisco Toscano Sánchez.

Pero volviendo al patronazgo del santo, nuestros mayores, afirmaban que el patrón era San Sebastián, sobre todo, no sé el porqué, los hombres. Recuerdo perfectamente que ese gran cofrade que fue Francisco Salguero López, ‘Curro Salguero’ que pertenecía junto a la mía, a una de las dos familias más levíticas del pueblo y que fue un mítico cofrade del Gran Poder, hermandad de la que fue hermano mayor, decía que era el patrón del pueblo. También lo decía mi abuelo Antonio Alonso Madueño, teniente de hermano mayor que fue del Rocío y que a la hora de su muerte era hermano número 1 de Valme y 3 del Rocío. Pero muchos más lo decían.

Ciertamente la devoción era antigua. En nuestro pueblo, le estaban dedicados dos templos, uno la actual capilla de San Sebastián y otro, como documentó mi colega Jesús Barbero Rodríguez en la aldea del Rincón de Hernando Ibáñez, sita en nuestro término municipal. La devoción, como he dicho, iba pareja a la de San Roque. Todavía se conserva una imagen de este último santo en la Ermita de Santa Ana, obra del círculo del escultor manierista Juan Bautista Vázquez el Viejo. Pero, existió otra en la Ermita de San Sebastián que se vendió, en mala hora, con una de San Rafael.

Pero, debo decir unas palabras de la vida del santo. Ingresó en el año 269 en el ejército romano y fue tenido en gran estima por los emperadores Diocleciano y Maximiano. El primero le confió el mando de la primera cohorte y lo agregó a su cuarto militar. Ya era cristiano y aprovechando su situación de privilegio auxiliaba a sus compañeros en la fe. A lo que se ve, el papa San Cayo (283-296) lo distinguió con el título de ‘defensor Eclesiae’. Convirtió a muchos a la fe, lo que indignó a Maximiano, que había puesto en él toda su confianza y que lo condenó a ser asaeteado por los arqueros de Mauritania. Lo dejaron por muerto, pero no murió y una piadosa viuda Irene lo encontró herido, aunque lo creía cadáver, y recogió su cuerpo y lo curó. El santo volvió ante Maximiano, que lo mandó apalearlo hasta la muerte, en el palacio imperial, en el sitio donde hoy se encuentra la iglesia de San Sebastiano alla Polveriera. Sus despojos fueron echados a la Cloaca Máxima pero, en el mismo momento en que sus verdugos hacían esto, se apareció San Sebastián a la pía dama Lucina revelándole el lugar donde se veía su cuerpo. La electa dama, usando terminología paulina, lo recogió colocándolo en las catacumbas. Hoy, se guarda en un sepulcro mandado construir a principios del XVII por el cardenal Escipión Borghese.

Pero, volviendo al santo y a su ermita nazarena, sita en lo que se llamaban los ruedos de San Sebastián, fue bendecida el 11 de noviembre de 1567 por Fray Hernando de Barrionuevo, obispo de Santiago de Chile. Lógicamente era anterior. La hermandad había ordenado sus reglas el 20 de marzo de 1544 y las había visto aprobadas el 19 de enero de 1554, residiendo en sus principios en la Ermita de Santa Ana.

Y así empieza la vinculación de nuestra hermandad de Vera-Cruz con el santo mártir tan fecunda a lo largo de la Historia pero que se nos presenta lleno de enigmas.

En efecto no sabemos nada del patronato del santo sobre el lugar, luego villa y después ciudad. Hasta ahora, no ha aparecido ningún documento que lo atestigüe.

Si sabemos que en el XVIII tuvo lugar un auge del culto al santo. En los libros parroquiales se habla de misas en los años 1756, 1757, 1758, 1759, pero no se especifica quién las organizaba. En 1772 se nos dice que se hizo función organizada por un grupo de devotos. También se cantaron misas en 1773, 1790, 1791 y 1792. En 1790 con ella finalizó una novena. En 1792,1795,1796,1797,1798 también se celebraron misas. En fin, que estaba vivo el culto del santo.

Pero hay también que decir que eso fue a mediados y al final de la centuria. A principios de la misma centuria dieciochesca se había caído la ermita de San Sebastián. Las imágenes y la hermandad habían salido de ella el 25 de marzo del año de 1704 y volvieron a ella el 25 de marzo pero esta vez de 1718. El 28 de enero de 1716 la cofradía había pedido permiso al provisor y vicario general don Juan de Monjas, siendo arzobispo el cardenal Fray Manuel Arias y Porres (1702-171), freire de la Orden de San Juan de Jerusalén, para reedificar la ermita. Para ello contaban con la ayuda del párroco don Mateo Román. Los hermanos edificaron la ermita y un hospital anexo. Hay que tener en cuenta, que la ermita se encuentra al lado del camino real que iba a Cádiz y a los puertos y que, además, llegaba a un lugar de peregrinación de primer orden como era y es el Santuario de Nuestra Señora de Consolación, regido entonces por los Padres Mínimos de San Francisco de Paula y, cuya imagen, era y es una de las grandes devociones de Dos Hermanas. Hacía falta el hospital para los peregrinos.

Pero dejémonos de historias. En estos momentos de crisis hay que fomentar el culto a San Sebastián. Su hermandad de Vera-Cruz, que lo tiene como titular y cuida con mucho celosísimamente de su culto, le dedica una solemne función de iglesia el día 20 de enero, en el que se canta su himno y se da a besar su reliquia. En unas circunstancias tan trágicas como la que vivimos, debemos dirigirnos a él para que cese esta pandemia, en la que seguro que está la mano del maligno. Él permaneció fiel a Cristo en todo momento, Dio testimonio ante Diocleciano y Maximiano. El primero de los dos fue un buen emperador pero vio oscurecido su reinado por la persecución de los cristianos.

En estos momentos tan fundamentales para la Historia y para la Tierra, urge dirigirnos no sólo a María, la Guebirah mesiánica, la Mediadora después de Cristo sino también a todos los Santos. Cada uno nos ayuda para una cosa. San Sebastián igual que San Roque son, como he dicho anteriormente, aliados contra la peste. Desde luego, la gran socia belli, aliada en la guerra, es la Virgen María, pero no, por ello, debemos dejar de rogar a nuestro supuesto patrón. En fin, acabo, como siempre, ojalá toda Dos Hermanas sea invitada al banquete de bodas del Cordero. Es lo que más deseo.

Fe de erratas

Estoy harto de los martinitos de la redacción. Han osado entrar en mi genealogía. La semana pasada llamaron dos veces a mi bisabuela Ana Madueño Caro, Ana Caro Madueño, nombre de dos primas hermanas de ella: Ana Caro Madueño, ‘La Primita’, abuela de Pepe Torres Salguero, hermano mayor que fue del Rocío, y Ana Caro Madueño, abuela del cofrade Manuel Mena Sousa y el campanillero y carnavalero Juan Antonio Mena Sousa.

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