Sobre las tradiciones del Santo Entierro, muy especialmente las pascuales

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Santo Entierro

La hermandad del Santo Entierro celebra la Pascua con una solemne función

Grande es el cúmulo de tradiciones que atesora la cofradía del Santo Entierro, una de las más antiguas de nuestras cofradías penitenciales, sólo aventajada por la Vera-Cruz. Lo malo es que, muchas de ellas, se han perdido hoy en día, llevadas por las vicisitudes de los tiempos. Estamos en una mala época para recuperarlas, dada la crudeza y la dureza de los tiempos que vivimos, con esta pandemia que azota la Tierra y que a muchos le parece un castigo divino. A mí, la verdad, no me gusta usar la palabra castigo, confiado que estoy en la bondad suprema del Todopoderoso. Prefiero decir que Dios permite, no castiga, aunque se hable de que el vaso de la ira de Dios se ha desbordado. Para mí, es tan grande el Amor y la Misericordia de Dios hacía sus hijos, los hombres, que me cuesta verlo como un castigador. De todas formas, la idea, básicamente, puede que sea la misma. Pero, ¿cómo no pensar que el Altísimo y su Madre, la Guebirah Mesiánica que a sus plantas, como Buena Mediadora, intercede por nosotros, están deseando que pasen estas catástrofes? Dios, sin duda, y quien cree lo contrario miente, no quiere nada malo para sus hijos, los hombres.

Pero, debo volver a la realidad de nuestra Dos Hermanas y de nuestra cofradía del Santo Entierro, una de las más importantes y linajudas, formada por un selecto grupo de cofrades, que me tienen que perdonar que yo, con inusitada frecuencia muestre mi ira, mejor mi enfado, hacía ellos. Y, en este momento, voy a analizar cada una de sus tradiciones, teniendo cuidado de no olvidarme ninguna y, haciendo sobre todo hincapié, no tanto, en las penitenciales, como en las pascuales de matiz eminentemente glorioso.

Y, en primer lugar, me quiero fijar en el acompañamiento de los pasos -como ya dije la semana pasada- por las tres virtudes teologales, propias de Dios, y que son Fe -la que hace falta en estos difíciles momentos que tengamos en Dios-, Esperanza -la que tenemos que tener en Él- y Caridad -el Amor tan grande y sin fisuras que le tenemos que tener a Él que es el Amor de los Amores-. Estas virtudes son distintas de las Cardinales que nos encaminan -de cardum, camino en latín- a Él y que son Justicia, Prudencia, Fortaleza y Templanza y que, diría yo, que son las que nos hacen falta. Pero, también, acompañan a la procesión la Santa Mujer Verónica, personaje que aparece en los Apócrifos y las tres Marías que se llamaban Magdalena, Salomé y Cleofás. Estas mismas, exceptuando las Tres Marías, salen también acompañando a la Reina del Viernes Santo, a la Amargura. En fin, es una bonita tradición que nuestra gran cofradía oficial, el Santo Entierro, conserva en todo su esplendor y que mima y cuida con gran trabajo.

Pero, con respecto al acompañamiento se ha perdido otra tradición, como ya dije la semana pasada. En efecto, era costumbre en nuestra ciudad, que todas las representaciones de las cofradías formadas por sus nazarenos acompañaran a tan solemne procesión de Jesús Yacente y su Madre Bendita de la Soledad. Daban una nota de color, de pompa, de boato, de solemnidad al cortejo y, para mí, que reforzaban el sentido penitencial pues se mostraba en él el de todas las confraternidades del pueblo y, no sólo, el de la oficial y organizadora de la de, valga la redundancia, procesión oficial. Ha sido, para mi gusto, una gran pérdida. No me vale que el Consejo de Cofradías, benemérita institución donde las haya y que también representa a nuestras cofradías, ocupe el sitio de las hermandades. No lo veo por ningún lado. Lo siento y lo lamento.

Por cierto, otro error se desliza en el cortejo. Normalmente se pone al Consejo por detrás de la ciudad, del Excelentísimo Ayuntamiento, título que consiguió para Dos Hermanas en 1911 ese gran alcalde que fue nuestro lejano tío -era primo segundo de mi bisabuela Ana Caro Madueño- don Federico Caro Lázaro, que ocupó la alcaldía entre el 26-XI-1909 y el 12-XII-1913. Pues bien, no debe ser así. El Consejo representa a las cofradías, el Ayuntamiento a la ciudad de Dos Hermanas. La Corporación municipal debe presidir. Un elemental protocolo -véase por ejemplo el de la ciudad de Sevilla- lo exige así. La ciudad debe ir detrás. Por otra parte, y también estoy harto de decirlo, el duelo no debe ir en el paso de Cristo, muerto por nuestros pecados, sino en el de la Virgen de la Soledad. Es Ella la que va de duelo, como hoy está de duelo nuestra Iglesia y todo nuestro mundo por lo que acontece. Es Ella, a la Mediadora, a la que hay que acompañar y, por tanto, con Ella deben ir en su paso las representaciones del Consejo y del Ayuntamiento.

Viene ahora un punto que tiene su parte de triste pero también de chusco. Me refiero a la Canina, a nuestra entrañable Tía Anica. La hermandad sacaba de antes el paso del Triunfo de la Santa Cruz sobre la muerte, la Canina. Cristo vence a los tres enemigos del alma: al Demonio, al Mundo y a la Carne simbolizados por un dragón, una bola del mundo y un esqueleto. En localidades como la ciudad de Sevilla o la villa de Alcalá del Río todavía sale este paso simbólico. En Dos Hermanas se ha perdido. Nuestros mayores, entre ellos mi abuelo Antonio Alonso Madueño, con divertida familiaridad la llamaban la Tía Anica. Todos los años se le cantaba una chusca saeta. Recuerdo que ese gran cofrade utrerano pero que vivía en Dos Hermanas, en la calle Real Sevilla, Antonio Vera Romero -casado con Antonia Villalba Aquino- me contaba que él iba siempre de fiscal del paso de la Canina e intentaba que no se la cantaran. Era inútil. La letra era la siguiente: “¿Dónde vas muerte pelona con la mano en la guadaña y la otra en la mejilla? Vengo de segar garbanzos del cortijo Carretillas?” haciendo referencias al Cortijo Carretillas del término de Alcalá de Guadaíra y propiedad de la familia Maestre. Como se verá esto servía para el regocijo del pueblo llano de Dos Hermanas, para lo que me gusta llamar popolino, usando la palabra romana para el que era el pueblo sencillo de barrios como el Trastévere o Monti. Evidentemente, no lo era tanto para los cofrades.

Pero debo acabar pronto. También otra costumbre, como dije la semana pasada era que la cofradía, como, al parecer, también hacía Vera-Cruz, fuera en su estación de penitencia al sitio de las Cruces del Calvario, que se encontraba en la Venta de las Palmas. Del Calvario cuidaba mi tía Patrocinio Caro Díaz, prima hermana de mi bisabuela Ana Caro Madueño ya mencionada. Se conoce, perfectamente, dónde se encontraban las cruces y todo es cuestión de restablecer el Vía-Crucis entre el Ayuntamiento y las hermandades. Existe en muchos pueblos, entre ellos el de mi padre, Puerto de Béjar, en Salamanca en el cual se conservan las cruces y el Calvario se alza en la Ermita del Humilladero, donde se venera el Bendito Cristo de la Piedad -titular de su Cofradía, antigua de la Vera-Cruz- y patrón del lugar. En Dos Hermanas, las últimas veces, a saber, que se rezó el Vía-Crucis al sitio del Calvario fue en tiempos del curato de Don José Ruiz Mantero, siempre tan celoso de nuestras costumbres.

Otra tradición perdida fue la del Descendimiento de la Cruz que se celebró hasta 1927 exclusive. Propia de una religiosidad barroca muy efectista, no casaba con la religiosidad ilustrada de los oficiales de estos años. Los varones timoratos -que eran los Tinocos- descendían a Cristo mientras aparecían las diversas representaciones simbólicas. A las mujeres, entre ellas se dice que la primera a mi tía María Caro Díaz, hermana de la citada Patrocinio, le daban torozones y se formaba un jaleo de muy Padre y Señor mío. Total que, con la anuencia del párroco, el culto Don Manuel García Martín se suprimió esta ceremonia.

Y, por último, quiero hablar de la procesión del Resucitado y la Soledad. Urge restablecerla. Todavía los de mi generación recordamos las últimas procesiones del pequeño Resucitado de la hermandad acompañado de la Soledad, ataviada con el manto verde y la saya cruda bordada de la Virgen del Rosario de la Oración en el Huerto. Pero, antes, aún parece que salía una imagen del Resucitado más grande y la Soledad se ataviaba con ráfaga y, puede, que salieran nazarenos ataviados de blanco y celeste con el rostro descubierto. A lo mejor, hasta se tiraban salvas de escopeta. De todos modos, son testimonios orales y hay que tomarlos con prevención. De todas formas, a lo que voy, hay que restablecer la procesión. No basta con la función, que, es, desde luego, solemnísima y cantarle a la Soledad, el Regina Coeli, como dije la semana pasada.

Pero acabo. El próximo año todo estará mejor. Será la hora de restablecer nuestras tradiciones. El campo es mucho. La mies es mucha y los obreros pocos. Tenemos que pedir al Amo que mande obreros a su mies. Vivimos una mala época. Roguemos al Creador que salgamos pronto de esta catástrofe. Yo todo los días pido lo mismo. Este Domingo es la Dominica In Albis, Domingo de las vestiduras blancas. Tenía que ser, que no va a ser, la procesión de impedidos de la Sacramental de Santa María Magdalena y, en Sevilla, la del Sagrario. Sólo le pido a Dios que lo veamos pronto y nos invite, si tiene a bien, a su banquete de bodas, al banquete de bodas del Cordero. Felicito, pues, las Pascuas a toda Dos Hermanas. Cristo, Primicia de toda Carne, ha resucitado, ¡Aleluya!

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