Lin: «Cuando montamos el Kenia vine en un coche cargado de boas y pitones»

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Manuel Díaz Domínguez «Lin» en la barra del actual «Kenia», abierto en 2004 hasta el día de hoy con la misma filosofía del original.

Entre 1989 y 1996 funcionó con gran éxito este original local de estilo africano, donde se instaló el primer karoake de Dos Hermanas

Hubo siete años en que Dos Hermanas formó parte de África. En concreto, Kenia quedaba por la calle Lope de Vega. Aquel recinto, en el que se podía tomar una copa al lado de una boa constrictor, fue la fantasía hecha realidad del nazareno Manuel Díaz Domínguez, más conocido como «Lin». 

En octubre de 1989 abre sus puertas «Kenia Azahara» ¿Por qué ese nombre?

Porque antes, desde 1985, había existido en el mismo sitio «Jardín Azahara», una antigua mansión con 11.000 metros cuadrados de jardín que habilitamos como discoteca y terraza.  Cuando cerró, mi hermano y yo le dimos un toque africano y le pusimos «Kenia Azahara». Tuvo mucho éxito los años que estuvo abierto.

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Fachada de «Kenia Azahara», en la calle Lope de Vega nº 65. Anteriormente funcionó aquí, entre 1985 y 1989, «Jardín Azahara».

¿Cómo se te ocurrió la idea?  

Lo vi claro. Aquella antigua casa de la familia Figueroa tenía las vigas del techo, el pasamanos y las puertas de madera de caoba oscura, así que aproveché para darle ese toque africano. Decoré la trasera de la barra con un cocodrilo embalsamado y puse dos terrarios, que un principio estuvieron vacíos hasta que aquello se afianzó. Mi hermano Francisco compuso un masai  pintando de negro un maniquí y poniéndole una careta y un escudo.

¿Entonces al principio no había animales? 

No, eso fue a los dos años, cuando el local ya se había afianzado. Construimos un óvalo de metacrilato y dos terrarios más. Y en 1991 nos fuimos a Barcelona a por los bichos.

¿Qué animales trajisteis? 

Fuimos a un almacén de animales y, por un valor de 100.000 pesetas, nos fueron sacando de sus terrarios los animales que queríamos, con toda su documentación en regla. Los metimos en sacos y los colocamos en la parte de atrás del Volkswagen Jetta de mi hermano. En ese viaje trajimos una boa constrictor, una pitón regio, insectos palo, arañas, escorpiones y un hidrosaurio o dragón de agua, ese que corre por encima del agua. 

¿No pasaste miedo? 

¡Claro! Lo pasé fatal en ese viaje con todos esos bichos detrás, estuve todo el tiempo asustado, mirando los sacos. ¡Aunque es verdad que ninguna especie era venenosa! Más tarde trajimos la pitón amarilla, la pitón sabae, un caimán, una anaconda de 4 metros y una iguana, que duró muy poco. Tampoco duró mucho un loro que teníamos en un árbol seco . Con la llegada de los reptiles se lo tuvieron que llevar porque el animal se iba a volver loco viendo tantas serpientes.

¿Qué decían los clientes? 

Hubo una gran reacción del público. Normalmente hacíamos una caja de 60.000 pesetas y esa noche le dije a mi cuñada: hoy hacemos 100.000. Y sobrepasamos esa cantidad.

El anterior local, Jardín Azahara, sí le hizo la competencia a la 2001 porque era una discoteca. Pero el “Kenia” no era eso exactamente…

Así es, el Kenia realmente no fue una discoteca. Siempre buscábamos novedades para atraer al público. Al principio, para que se pusiera de moda, me fijé en lo que funcionaba en el Pipol y en el Caribans chico: pantallas de cine con sesión continua. Monté dos pantallones dentro de la casa, y se emitían películas en VHS una tras otra, dos cada día en cada una de las pantallas. El videoclub Batman nos proveía diariamente de cuatro películas. Se vendían palomitas, refrescos y copas. Y en  barra, poníamos música, pero bajita. Todo muy oscurito, para las parejitas. Gastaban poco, pero era clientela fiel. 

No solo fuisteis pioneros con los animales salvajes. También en vuestro local se vio el primer karaoke de Dos Hermanas, ¿no?

Sí, en 1992 vi en la Expo algo que me alucinó.  En el Kangaroo Pub había unos televisores Pioneer con… ¡karaoke! “¿Pero esto qué es?”, dije.  Y en octubre de 1992 monté el primer karaoke de Dos Hermanas en la sala más grande. Ponía pelis hasta la una, y a partir de esa hora, karaoke. Al principio a la gente le daba vergüenza y solo cantábamos tres. Mi hermano me dijo que con eso estábamos echando a las parejitas que venían a ver cine. “¿Montamos una sala exterior solo de karaoke?”, le pregunté.  Así que en marzo de 1993 se montó la “Sala Nairobi”; estaba al entrar en el Kenia a la derecha, con agua cayendo por los cristales y una barra de 5 metros. Así que había tres escenarios a elegir: las salas con cine (dos películas al mismo tiempo), el karaoke y la terraza con musiquita.

En 1996, «Lin» (mente inquieta…)  se embarca en otros proyectos y «Kenia Azahara» pasó a la historia. Pero en 2004 abrió otro «Kenia», que hoy sigue funcionando con éxito en Los Pirralos. Por cierto, también hay karaoke… y una pitón.

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