Francisco Castillo Martín ‘Curri’, un artista y cofrade de Dos Hermanas (I)

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Curri

Fue, sin duda, un gran amante de las tradiciones nazarenas como la Semana Santa y el Valme

Dios llama cuando quiere. Sus designios son inescrutables y lo mismo se lleva a las marismas celestes, a su reino, a los ancianos vencidos por el paso de los años, que a las personas de edad mediana, que a los jóvenes, que a los adolescentes, que a los niños, que a los párvulos. El pasado domingo, día 10, falleció un nazareno, de edad mediana, cuyo nombre a muchos no le dirá nada pero que a otros muchos con sólo mencionarlo y, sobre todo, con decir su diminutivo, Curri, le vendrán remembranzas del flamenco, del Valme, del Rocío, de tertulias cofradieras, de Semana Santa, recuerdos del viejo barrio de San Sebastián, tan castizo, de su Cristo, de viejas familias, de este viejo pueblo en el que tantos otros pueblos y culturas se han integrado bajo el manto de la Chiquitita del Sagrario de Santa María Magdalena, que será Chica en tamaño pero es Grande en Amor y Protección para su querido pueblo, que la quiere y venera con locura. No me cabe duda de que este pueblo sin Ella sería otro. Y Curri también sin Ella hubiera sido otro.

Pero tras este preámbulo, pasaré a hablar de este personaje cuya muerte ha causado tan gran impacto en la sociedad nazarena que lo apreció y quiso. Nació Francisco Castillo Martín el 29 de febrero de 1962. Siendo hijo de Francisco Castillo Muñoz y Faustina Martín González. Su padre y sus abuelos paternos, José Castillo Varela y María Muñoz Madueño, eran naturales de Dos Hermanas. Los apellidos, como vemos, no pueden ser más nazarenos.

En cambio, la madre de nuestro biografiado, Faustina Martín González había venido al mundo en el bello pueblo de Beanoján en la serranía de Ronda, señorío que fue de los ecijanos marqueses de Cuevas del Becerro, de los Castrillos, y cuyos primogénitos llevaban el título de vizcondes de Benaoján, siendo hoy el titular el sevillano Alberto de la Lastra Castrillo. Mas, volviendo a nuestro biografiado, diré que sus abuelos se llamaban Miguel Martín Bermúdez y Josefa González Muñoz, tampoco apellidos precisamente suecos.

En fin, todos los apellidos de nuestro personaje son propiamente españoles, siendo patronímicos, es decir, que desciende de un padre o antecesor, la mayoría –Martín, Muñoz, González, Bermúdez y de nuevo Muñoz- y muy españoles Castillo, Varela y Madueño. Este último Madueño, apellido por el que nuestro querido Curri emparentaba con mucha gente en Dos Hermanas, entre ellos con el autor de estas líneas, proviene de Montoro, ciudad donde era un apellido de notoria hidalguía y de la que vino Manuel Ambrosio Madueño en el siglo XVIII, jornalero según el catastro de Ensenada-1751- con una renta anual de 78 reales de vellón, el cual es el antepasado común de todos los que llevan este apellido en nuestro pueblo, excepto de algunos que han llegado de la misma Montoro hace poco. Ya digo por Madueño era pariente de muchísimos nazarenos que nos enorgullecemos de llevarlo, algunos tan destacados como el mismo Curri, como son el caso del nombrado humorista Manu Sánchez Vázquez o Alfonso Rubio García, ‘Fonti’ el dueño del famoso y céntrico bar La Tertulia, paraíso de matronas, entendida esta palabra como señoras de su casa, cofrades e intelectuales. En cuanto a apellidos como Varela y Castillo, son también antiguos de Dos Hermanas, sobre todo el primero.

Pero sigo con la familia de nuestro biografiado. Su padre no pudo tener un oficio más nazareno que tonelero y trabajó en los almacenes de Carbonell, Fermín Hernández González- natural de La Garganta, en la provincia de Cáceres y obispado de Plasencia y conocido empresario de tonelería-. Manuel Alcocer ‘Gorrión’ y Ramón Polo Castillo. A la madre, le pasaba exactamente lo mismo y fue aceitunera y laboró en el almacén de Fernando Cabezuelo Payán. De todas formas, la madre abandonó pronto el trabajo en los almacenes para cuidar a su numerosa prole, pues alumbró, nada más y nada menos, que a cinco hijos: Miguel, María, José, Manuel y nuestro personaje, que era el menor.
Nuestro hombre estudió en el Colegio Calvo Sotelo, hoy San Sebastián, conocido popularmente como el Cementerio por levantarse sobre el viejo Cementerio de San Sebastián. Luego, estudió administrativo en el Instituto de Formación Profesional El Arenal.

La infancia de Curri transcurrió en el barrio de San Sebastián. Primero vivió en la calle San Sebastián, donde compartían casa con su tía Teresa, y después en una casa en la calle Álvarez Quintero, la popular calle Campaña por vivir allí Encarnación Díaz la ‘Campaña’, antepasada de la familia de este apodo, costumbre ésta de tomar una vía el nombre de un mote muy extendida por Dos Hermanas en el Centro y los barrios antiguos como en San Sebastián, donde no es el único caso.

El autor de estas líneas recuerda mucho la niñez de Curri. Yo era un niño del centro pero lo mismo jugaba en éste que en los barrios, singularmente en los más antiguos y me divertía muchísimo en San Sebastián. En efecto, en la capilla del Santo Mártir residía y reside Vera-Cruz, la hermandad de penitencia de la familia de mi madre, que vivía en la calle Real Utrera y a la que mi padre, tan vinculado a la Cofradía de Vera-Cruz de su pueblo, Puerto de Béjar, se había vinculado ocupando distintos cargos en la junta. Yo era un niño de Vera-Cruz como tantos niños del centro, del barrio de San Sebastián o de otros barrios alejadísimos de la vieja ermita. Y Curri era un niño del viejo barrio, no cabe duda que uno de los más destacados. Eran tiempos esplendorosos para la antigua cofradía veracrucista que bajo la egida de Juan Gómez Carballido ‘El Lagunero’ vivía una etapa de riqueza material y espiritual. Curri también participaba de ella

Y es sabido que me da las claves de la personalidad de una persona su vertiente religiosa, su vinculación con las tradiciones piadosas del antiguo pueblo, de la vieja villa, de la floreciente ciudad. Curri era hermano de Pasión, la viva y piadosa cofradía de Las Portadas que da culto al bonito Nazareno de la Pasión y a la muy bella Dolorosa –para mi gusto una de las más guapas del recientemente desaparecido Luis Álvarez Duarte- Virgen del Amparo. Mas, claro, también el mundo de sus devociones se ramificaba y casi todo se centraba en Dos Hermanas y en las devociones de Dos Hermanas. Quería mucho a la Abuela de Cristo, a nuestra simpar Santa Ana -frasco de esencias donde se guardan las más primitivas y auténticas de nuestro pueblo-; a nuestra gran devoción comunal, la Virgen de Valme; a una de nuestras grandes devociones supracomunales, la Virgen del Rocío, Madre y Patrona de Almonte, -las otras dos amores supracomunales con más o menos implantación serían la Virgen de Consolación y la Virgen de los Reyes-; y, como no, al Cristo de su barrio, al Santo Cristo que desde el s. XVI honran y veneran los veracrucistas de nuestra ciudad.

En cuanto a los aspectos festivos de Curri van enlazados en parte con los devocionales. A Curri le gustaba, sobre todo, la Semana Santa pero también el Rocío, el Valme, la procesión de Santa Ana, la Feria y, en general, todas las fiestas de nuestro querido pueblo. Disfrutaba de lo lindo con el mundo de las romerías, sobre todo con su Valme y su Rocío. Para él la Reina de Dos Hermanas con su enigmática sonrisa, su gracioso Infante y el pajarillo que es el alma del fiel significaba mucho pero igualmente le daba mucha importancia a la Blanca Paloma, también de enigmática sonrisa y con un bucólico Infante que Ella entrega al pueblo que la quiere y venera. En resumen, Curri era lo que muchos en Dos Hermanas han sido toda la vida servidores de María en sus dos grandes advocaciones Valme y Rocío.

Pero entre las aficiones de Curri también se encontraban los toros. Era un aficionado de primera y su torero preferido era el faraón de Camas, el simpar Curro Romero, torero de arte donde los haya. En ello Curri coincidía con muchos aficionados singularmente con Su Alteza Real Doña María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, abuela paterna de nuestro Rey Felipe VI, a quien Dios guarde y ahora más que nunca con las circunstancias por las que pasa el país. Por otro lado, Curri, fue una persona muy viajera aunque en gran parte en relación a su trabajo del que ya hablaremos en una próxima entrega de este trabajo en la que hablaré de otras vertientes de una personalidad tan polifacética como la de Curri.

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