Francisco Juan Barbero lleva la profesión de carnicero en la sangre

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Francisco Juan Barbero

Su bisabuela ya vendía carne en Los Jardines y Francisco Juan Barbero heredó la carnicería de sus padres en el Mercado donde se crió desde pequeño

Francisco Juan Barbero Rubio regenta la carnicería Francisco J. Barbero en el Mercado de Abastos de la ciudad desde hace unos 35 años.

Una profesión, la de carnicero, que Francisco Juan Barbero lleva en la sangre. Ya su bisabuela, según nos cuenta, vendía carne en Los Jardines. Posteriormente fue su abuela, su padre y su tía los que siguieron con el negocio familiar.

Es nazareno de nacimiento. Como él dice, prácticamente nació en el Mercado donde se crió mientras sus padres trabajaban y pronto comenzó a aprender la profesión.

Siendo adolescente despachaba ya en el puesto de su padre y con tan sólo 17 años se quedó al frente del mismo. Sólo hizo una pausa para cumplir con el Servicio Militar aunque en todos los descansos seguía atendiendo en el puesto.

Siempre ha vivido en el centro de la ciudad, primero en la calle Real Utrera y después en la calle San Antonio. Cuando se casó vivió en la calle Santa Estefanía y ahora vive en el campo. 

Estudió en el colegio Sagrada Familia preescolar desde dónde paso al Valme Coronada y posteriormente al San Sebastián.

Está casado, tiene dos hijos, dos nietas y «un nieto que viene de camino».

Francisco Juan Barbero responde a nuestras preguntas:

¿Cuándo y por qué decide abrir una carnicería?

Nací en el Mercado. No quise estudiar porque me gustaba la carnicería. Lo tenía claro. Empecé cuando me faltaba una semana para cumplir los 17 años. Mi tía dejó el puesto y me lo quedé yo. Mi padre me dejó sólo.

¿Cómo asumiste esa responsabilidad siendo tan joven?

Muy bien. Desde chico había estado en el puesto. Desde sexto, que tenía las clases por la tarde, por la mañana estaba en el Mercado. Para mí era seguir con lo que ya estaba haciendo. Siempre he trabajado con mi familia nunca he trabajado en la calle.

¿Cómo ha evolucionado el negocio desde que coges las riendas?

Ha habido muchos cambios. Ha cambiado mucho la tecnología, la forma de vender, el abastecimiento… Antes era mucho más complicado, había sólo cuatro cosas, ahora hay todo lo que quieras. Antes cuando llegaba la Romería de Valme no teníamos lomo, solomillo… ahora tienes todo lo que quieras, no hay problema. El abastecimiento que había antes no es el que hay ahora. Antes sólo había sota, caballo y rey.

Igual con la tecnología, antes era todo más manual, el menudo lo limpiábamos nosotros. Yo aún sigo haciendo chorizo, morcilla y manteca. Las elaboro yo.

Incluso la clientela. Antes era fija. Hoy no hay nadie fijo, poca gente es fija. Van picando aquí y allí.

¿Siempre ha estado dentro del Mercado?

Siempre.

¿Cómo recuerda el Mercado antiguo?

Tenía mucho encanto. Se veía todo el Mercado. Estabas viendo a la gente que estaba en la otra punta del Mercado. Era precioso.

¿Cómo viviste el cambio y la estancia en el Mercado provisional ubicado en el recinto ferial?

Al principio fue muy bien, la gente respondió muy bien, pero luego fue una ruina. Cayó de una manera… Después cuando volvimos, pasó lo de las vacas locas, yo tenía mucha venta de ternera, era mi venta principal y me dejó fuera de juego total. Ya después vino la crisis de 2008, el boom de las grandes superficies, los pequeños supermercados que hay en todas las barriadas… No tenemos lo que teníamos antes que éramos como más exclusivos. Aunque cuando tienes una cena importante la gente sigue viniendo al Mercado.

Estando también en el Mercado provisional llamaron los veterinarios diciendo que para hacer los precocinados había que montar una zona de elaboración reconocida por Sanidad, con número de registro… reuniendo todas las cualidades. Fui de los primeros en montarla. También en incorporar una máquina de vacío.

¿Cuáles son las ventajas de estar en el Mercado?

Lo tiene todo. En cuanto a servicios y variedad. Somos autónomos, si yo no cuido a mi clientela nos vamos a pique. Por eso siempre damos el 100%. La confianza de muchos años con muchos clientes, sabemos qué quieren y cómo lo quieren. El trato personalizado es importantísimo. Tiene buen acceso, con aparcamiento…

¿Cómo ha evolucionado los gustos de la clientela?

Es más selecta. Sabe lo que quiere comprar, tiene una idea hecha de lo que quiere. Antes te decían un kilo de filetes y cualquier cosa era filetes. Yo aprendí a cortar filetes con faldas con 15 años. Ahora, las piezas menos buenas de la ternera cuesta trabajo venderlas porque la gente sabe que esa no, que está más seca… Los clientes tienen más conocimientos aunque también se dejan llevar mucho por Internet. 

¿Cuenta con una clientela fija y fiel?

Sigo teniendo una clientela importante fija. Conozco generaciones y generaciones de la misma familia: a la abuela, a la madre, a la hija que ya está comprando… Veo a los chicos crecer. Clientes de muchos años. Tengo clientes que me compran desde que tengo el puesto.

Siempre intento aconsejar el mejor producto. Nunca he engañado a nadie. Una de las cosas que yo llevo a rajatabla es decir exactamente lo que el cliente se está llevando. Si es vaca no es ternera. Igual que cuando me vienen diciendo que la carrillada ibérica está en otro sitio a seis euros. Lo que hago es sacarle la factura para que vean al precio al que yo la compro. Vendo la carne buena al precio que tiene.

¿Destaca a algún cliente o clienta?

No. Para mí la clientela buena es la que compra lo que necesita, sea la cantidad que sea, para el día a día en su casa.

¿Alguna especialidad en su carnicería?

Estoy trabajando ahora mucho la carne madura de vaca de distintas razas. Traigo el ibérico de Huelva. Hago los chorizos, morcillas y la manteca caseras, espectaculares.

Intento traer lo mejor que me gusta de cada proveedor. Intento seleccionar entre todos la mejor calidad. Le compro a cada uno lo que más me gusta. Creo que soy de los que más caro vende. Pero mis productos valen lo que valen. Selecciono mucho lo mejor.

Después de tantos años en el Mercado, ¿alguna anécdota o anécdotas que nos pueda contar?

Ahora no caigo. Bueno, una vez vinieron pidiéndome boquerones (risas).

Después he estado despachando con una escayola desde la ingle hasta el tobillo, 20 días, cuando llegaba al final de la jornada imagínate cómo tenía el pie.

¿Cómo ha vivido la pandemia?

El confinamiento para mí fue bueno, como para la mayoría de las empresas que se dedicaban a llevar los pedidos a domicilio, después cambió la cosa y empezó a normalizarse.

¿Ha tenido que adaptarse para sobrevivir?

Bueno. El reparto a domicilio lo tenía para cuatro clientes que les hacía el favor y lo tuve que incorporar. Lo que se montó con la pandemia, la verdad es que no dábamos abasto para repartir.

¿Trabaja alguien más en la carnicería?

Sí, mi mujer y mi hermano. Ahora mi hermano va a salir y entrará mi hija, que será la que siga adelante con esto. Mi hija ha estado ya en muchos sitios. Estuvo conmigo, en el supermercado de Antonio López, ha estado de encargada en una cadena de supermercados…

¿Cuál es el secreto de mantenerse vivo tantos años en un negocio?

Quiero pensar que no engañar a nadie, tratar a todo el mundo bien y dar lo mejor que tengo. Eso es muy importante.

¿Cómo es su día a día como placero?

Yo recojo toda la mercancía en el Mercado. Normalmente llego sobre las 7.00 horas. Salgo sobre las 14.30 horas. Suelo dejar todo preparado para el día siguiente cuando termino la jornada. Llego por la mañana y empiezo a montar.

¿Hay alguna época en el año en el que se venda más?

En las Navidades se vende bastante más.

¿Le ha afectado la huelga del transporte?

No mucho. No ha sido fácil pero se ha podido llevar. He tenido de todo.

¿Cómo ha vivido la evolución de Dos Hermanas?

Siempre en positivo. Soy un enamorado de Dos Hermanas, me encanta, qué quieres que te diga. A nivel personal vivo ahora menos la ciudad porque me he ido a vivir al campo. Me encanta el pueblo.

¿Cree que Dos Hermanas es una buena ciudad para vivir?

Se está complicando, pero sí. Puedes encontrar de todo, es tranquila, se puede vivir bien… Una cosa que me duele mucho es que la gente se va fuera de Dos Hermanas a comer o a comprar. Parece que no hay nada en Dos Hermanas.

Francisco Juan Barbero está orgulloso de que su hija continúe con su profesión al frente del negocio.

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